29/01/2019, 00:21
Viéndome en las últimas de mi técnica, hice un esfuerzo en herir a tantos como fuese posible y matar otros cuantos. Stuffy tenía la misma actitud que si estuviésemos jugando a lanzarle un palo y que fuese a buscarlo. Iba saltando y aplastando a los que se intentaban escapar, a otros los agarraba de una extremidad con los dientes y los sacudía con fuerza antes de dejarlos tirados en el suelo, y entonces corría a por el siguiente. También se había ganado unos cuantos cortes, pero no parecía interesarle con la adrenalina.
Justo cuando se me acababa el efecto de mi subidón animal, Eri pasó corriendo solo para lanzar dos criaturas de electricidad pura contra dos bandidos que no se retiraron a suficiente velocidad del ataque. Aparte de cuerpos en el suelo, también había armas, muchas armas, y alguna pieza de armadura de algún tipo de metal.
Cuando los dos bicharracos electricos impactaron sobre sus victimas la electricidad pasó por sus armas haciendo un circuito con las que había por el suelo. Antes de que pudiese siquiera decir "Me cago en la puta qué coño está pasando joder" la electricidad se descontroló, acumulándose en los detalles de oro del hacha.
Hubo una onda expansiva después de un destello y todos salimos volando hacia los bordes de la habitación. La mayoría de los bandidos que estaban en las cercanías quedaron inconscientes al golpearse contra la pared o por sus heridas. A mí se me pasó del todo la técnica a la par que chocaba contra una esquina. Eri y Stuffy, que estaban más alejados del hacha, apenas tuvieron que dar un paso atrás para estabilizarse y parpadear con ganas para quitarse la ceguera del destello.
— ¡Joder! JAJAJAJAJAJAJA, eso ha sido bestial, Eri.
— Woof! — corroboró Stuffy mientras venía a lamerme.
Estaba sentado en una esquina de la habitación, con más cortes que un protector de espalda Amegakuriense y con más sangre que una menstruación. Miré a mi superior, limpiándome algo de sangre que me había salpicado la cara.
— Qué puta locura. Ni siento las piernas, este jutsu sigue siendo demasiado para mi.
Eché un vistazo a Stuffy y a Eri, ambos parecían estar casi intactos.
— Bueno, vosotros estáis bien. ¿Podemos descansar un momento, Eri? Necesito recuperarme de la emoción y de los retrocesos de mis locuras.
Le pregunté con una sonrisa, aún medio colocado por la cruda batalla.
Justo cuando se me acababa el efecto de mi subidón animal, Eri pasó corriendo solo para lanzar dos criaturas de electricidad pura contra dos bandidos que no se retiraron a suficiente velocidad del ataque. Aparte de cuerpos en el suelo, también había armas, muchas armas, y alguna pieza de armadura de algún tipo de metal.
Cuando los dos bicharracos electricos impactaron sobre sus victimas la electricidad pasó por sus armas haciendo un circuito con las que había por el suelo. Antes de que pudiese siquiera decir "Me cago en la puta qué coño está pasando joder" la electricidad se descontroló, acumulándose en los detalles de oro del hacha.
Hubo una onda expansiva después de un destello y todos salimos volando hacia los bordes de la habitación. La mayoría de los bandidos que estaban en las cercanías quedaron inconscientes al golpearse contra la pared o por sus heridas. A mí se me pasó del todo la técnica a la par que chocaba contra una esquina. Eri y Stuffy, que estaban más alejados del hacha, apenas tuvieron que dar un paso atrás para estabilizarse y parpadear con ganas para quitarse la ceguera del destello.
— ¡Joder! JAJAJAJAJAJAJA, eso ha sido bestial, Eri.
— Woof! — corroboró Stuffy mientras venía a lamerme.
Estaba sentado en una esquina de la habitación, con más cortes que un protector de espalda Amegakuriense y con más sangre que una menstruación. Miré a mi superior, limpiándome algo de sangre que me había salpicado la cara.
— Qué puta locura. Ni siento las piernas, este jutsu sigue siendo demasiado para mi.
Eché un vistazo a Stuffy y a Eri, ambos parecían estar casi intactos.
— Bueno, vosotros estáis bien. ¿Podemos descansar un momento, Eri? Necesito recuperarme de la emoción y de los retrocesos de mis locuras.
Le pregunté con una sonrisa, aún medio colocado por la cruda batalla.
—Nabi—