4/02/2019, 04:58
(Última modificación: 4/02/2019, 05:23 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—Diablos, ¡que intenso!— Exclamó para luego echarse a reír. Datsue resultaba un tipo particular, aunque no tenía nada que reclamarle, siendo que el Yotsuki también era bastante emocional cuando se trataba de sus asuntos.
Adentro aún había algunos heridos y sus familiares que les visitaron, pero ninguno lucía demasiado grave. Incluso había personas perfectamente sanas, pero quizás con malas caras de desvelo y estrés.
—Tuvimos que llevarlo a uno de los cuartos del fondo, porque si no iba a despertar a los demás pacientes con sus ronquidos de cavernícola— negó con la cabeza.
En efecto, estando ya bastante adentro podía escucharse algo similar a un oso rugiendo de forma monstruosa, siendo que el Kaguya dormía cómo uno ivernando.
—Bueno, supongo que se merecía su descanso— Se cruzó de brazos.
De pronto, unos pasos retumbaron en el corredor, era el sonido de botas con espuelas. Su rápido andar les alcanzó y de pronto dos manos abrieron las cortinas blancas en par en par.
—¿¡Dónde está Mano Cortada!?— Bandō entró en escena, con sus raspones y demás heridas lavadas, pero que claramente no habían recibido un tratamiento adecuado.
—¡Shhhhhhh!— le silenció haciendo un gesto con el dedo, mientras el bandolero se llevó la mano a la boca.
—¿Siempre entras sin tocar?— volteó a verle.
—Vaya, son ustedes— escupió casi con desdén.
Adentro aún había algunos heridos y sus familiares que les visitaron, pero ninguno lucía demasiado grave. Incluso había personas perfectamente sanas, pero quizás con malas caras de desvelo y estrés.
—Tuvimos que llevarlo a uno de los cuartos del fondo, porque si no iba a despertar a los demás pacientes con sus ronquidos de cavernícola— negó con la cabeza.
En efecto, estando ya bastante adentro podía escucharse algo similar a un oso rugiendo de forma monstruosa, siendo que el Kaguya dormía cómo uno ivernando.
—Bueno, supongo que se merecía su descanso— Se cruzó de brazos.
De pronto, unos pasos retumbaron en el corredor, era el sonido de botas con espuelas. Su rápido andar les alcanzó y de pronto dos manos abrieron las cortinas blancas en par en par.
—¿¡Dónde está Mano Cortada!?— Bandō entró en escena, con sus raspones y demás heridas lavadas, pero que claramente no habían recibido un tratamiento adecuado.
—¡Shhhhhhh!— le silenció haciendo un gesto con el dedo, mientras el bandolero se llevó la mano a la boca.
—¿Siempre entras sin tocar?— volteó a verle.
—Vaya, son ustedes— escupió casi con desdén.