14/10/2015, 04:26
El sol tenía la típica intensidad de verano, proyectando una luz fuerte y calurosa. Todo un problema para las personas de piel sensible o los amantes de no sudar. Sin embargo a Kazuma eso no le molestaba mucho, a él le gustaba poder sentir los rayos del sol en su oscura piel, la cual tenía gran resistencia a quemarse por la sobre exposición.
«El clima está bastante agradable, pero me siento un poco incomodo con este uniforme»
El camino era sencillo, pero de todas formas necesitaba estar atento a todo. Puede que fuese un ninja bien entrenado, pero aun seguía siendo un novato en aquello de manejar carruajes. Quizás fue por su misma concentración que por un instante olvido donde estaba.
—Espera Nao… —se quejo levemente cuando vio que una sombrilla le cubría.
Sin embargo no se trataba de la preciada Naomi, ya que necesariamente era obra de la chica de cabellos azules a la cual estaba paseando. El Ishimura se planteo el decir que no hacía falta, pero la jovial actitud de la chica le hizo reaccionar de una manera más educada.
—Digo... Gracias. —dijo mientras acomodaba el parasol en un soporte para que le seguiera cubriendo sin necesidad de que nadie lo sostuviese.
«Supongo que está bien, después de todo no sería bueno si me insolara» —pensó él, mientras le daba razón de ser al acto de la jovencita.
Eri había preguntado en donde se encontraban las fuentes, lo cual resulto ser una duda bastante oportuna pues un poco más adelante en el camino se encontrarían con una plaza llena de lo que parecía ser veneros.
—Esta es la plaza de las fuentes —aseguro mientras hacia un gesto con la mano para abarcar la totalidad del sitio—. Yo diría que este es uno de los lugares más frescos del jardín.
Resultaba ser como había dicho. En aquel sitio el aire cargaba consigo un leve roció, producto de las elegantes y ornamentadas fuentes que allí funcionaban. El lugar no era demasiado grande, pero aun así tenia variedad de fontanas que emulaban desde pequeños geiseres hasta manantiales.
En el centro del aquel lugar se encontraba la más curiosas de las fuentes. Misteriosa por el hecho de que a pesar de ser la menos ornamentada, era la más grande y justamente la más atrayente puesto que hacía de centro de la plaza.
—En verano este suele ser un sitio bastante visitado por el espectáculo que ofrece —dijo mientras señalaba una fuente que estaba abarrotada de aves cantoras en lo que parecía un frenesí de serenatas de apareamiento.
—Pero sin lugar a dudas diría que este es uno de los lugares preferidos por los jóvenes amantes. De noche se suelen encender lámparas de aceite en los alrededores, creando una atmósfera de luz tenue. Por otro lado, el suave arrullar del agua, sumado a la gran cantidad de luciérnagas doradas, le dan un aspecto como de cuento. Y como si eso fuera poco, desde el claro que se forma se puede apreciar la luna en todo su recorrido por el cielo nocturno.
Mientras decía aquello, Kazuma no podía evitar sentir un leve brote de orgullo, puesto que se había expresado tal cual Tafuna le había enseñado. Le había costado aprenderse todo aquello del pequeño libro que resultaba ser una especie de manual del guía del Jardín de los cerezos.
«Aunque pensándolo bien, no he tenido la oportunidad de dar un paseo por esta zona de noche… El jefe dice que aquel espectáculos de adolescentes y hormonas embravecidas es demasiado para un chico como yo…» —pensó él, mientras que su joven mente no daba con lo que le habían querido decir.
«El clima está bastante agradable, pero me siento un poco incomodo con este uniforme»
El camino era sencillo, pero de todas formas necesitaba estar atento a todo. Puede que fuese un ninja bien entrenado, pero aun seguía siendo un novato en aquello de manejar carruajes. Quizás fue por su misma concentración que por un instante olvido donde estaba.
—Espera Nao… —se quejo levemente cuando vio que una sombrilla le cubría.
Sin embargo no se trataba de la preciada Naomi, ya que necesariamente era obra de la chica de cabellos azules a la cual estaba paseando. El Ishimura se planteo el decir que no hacía falta, pero la jovial actitud de la chica le hizo reaccionar de una manera más educada.
—Digo... Gracias. —dijo mientras acomodaba el parasol en un soporte para que le seguiera cubriendo sin necesidad de que nadie lo sostuviese.
«Supongo que está bien, después de todo no sería bueno si me insolara» —pensó él, mientras le daba razón de ser al acto de la jovencita.
Eri había preguntado en donde se encontraban las fuentes, lo cual resulto ser una duda bastante oportuna pues un poco más adelante en el camino se encontrarían con una plaza llena de lo que parecía ser veneros.
—Esta es la plaza de las fuentes —aseguro mientras hacia un gesto con la mano para abarcar la totalidad del sitio—. Yo diría que este es uno de los lugares más frescos del jardín.
Resultaba ser como había dicho. En aquel sitio el aire cargaba consigo un leve roció, producto de las elegantes y ornamentadas fuentes que allí funcionaban. El lugar no era demasiado grande, pero aun así tenia variedad de fontanas que emulaban desde pequeños geiseres hasta manantiales.
En el centro del aquel lugar se encontraba la más curiosas de las fuentes. Misteriosa por el hecho de que a pesar de ser la menos ornamentada, era la más grande y justamente la más atrayente puesto que hacía de centro de la plaza.
—En verano este suele ser un sitio bastante visitado por el espectáculo que ofrece —dijo mientras señalaba una fuente que estaba abarrotada de aves cantoras en lo que parecía un frenesí de serenatas de apareamiento.
—Pero sin lugar a dudas diría que este es uno de los lugares preferidos por los jóvenes amantes. De noche se suelen encender lámparas de aceite en los alrededores, creando una atmósfera de luz tenue. Por otro lado, el suave arrullar del agua, sumado a la gran cantidad de luciérnagas doradas, le dan un aspecto como de cuento. Y como si eso fuera poco, desde el claro que se forma se puede apreciar la luna en todo su recorrido por el cielo nocturno.
Mientras decía aquello, Kazuma no podía evitar sentir un leve brote de orgullo, puesto que se había expresado tal cual Tafuna le había enseñado. Le había costado aprenderse todo aquello del pequeño libro que resultaba ser una especie de manual del guía del Jardín de los cerezos.
«Aunque pensándolo bien, no he tenido la oportunidad de dar un paseo por esta zona de noche… El jefe dice que aquel espectáculos de adolescentes y hormonas embravecidas es demasiado para un chico como yo…» —pensó él, mientras que su joven mente no daba con lo que le habían querido decir.