14/10/2015, 20:10
Tras un buen viaje, el chico de cabellera albina terminó por alejarse del todo de aquél tétrico país de la tierra. Las areniscas superficies, la falta de agua, el constante sol... no era algo que realmente le agradase. Lejos de buscar venganza, buscaba informarse bien, y quizás algo de fuerza. Seguramente de lo segundo era de lo que más requería, pues vencer en combate a un shinobi del rango Arashikage o a una bestia de cinco colas no sonaba realmente fácil.
Fuere por una cosa o por otra, lo primero era buscar algo parecido a un hogar, un sitio mas que nada donde vivir y entrenar. Para nada buscaba una familia, o una amistad, eso eran cosas livianas y que solo le alejarían de sus propósitos. Andando y andando, llegó a mitad de todo y a la vez de nada. Se hallaba en el Valle del Fin. Lugar donde antaño se combatió a las grandes bestias con cola. Ironías de la vida.
«Vaya... esos son los grandes guerreros que lo consiguieron...»
Era indudable, esas estatuas eran inconfundibles. Innumerables libros contaban sus hazañas, así como esquematizaban y relataban la belleza de aquél lago que quedaron protegiendo por la posteridad.
El chico se acercó sin miedo hasta la orilla, donde quedó observando a éstos gigantes tallados en algún mineral. No lucían como una simple roca, eran algo mas... o simplemente los rayos del sol al ocaso daban esa sensación. Sin duda, era un paisaje digno de recordar, o dibujar. Ésto le recordó algo... sus dibujos.
—Tendré que hacerme con un bloc y unos pinceles nuevos... vaya...— Se recordó a si mismo.
Entre tanto, el chico tomó asiento en la húmeda hierba que daba final a la tierra, y comienzo al agua. Agua que conformaba un enorme lago que brillaba casi tanto como un espejo, reflejando un firmamento que comenzaba a ser distinguible.
Fuere por una cosa o por otra, lo primero era buscar algo parecido a un hogar, un sitio mas que nada donde vivir y entrenar. Para nada buscaba una familia, o una amistad, eso eran cosas livianas y que solo le alejarían de sus propósitos. Andando y andando, llegó a mitad de todo y a la vez de nada. Se hallaba en el Valle del Fin. Lugar donde antaño se combatió a las grandes bestias con cola. Ironías de la vida.
«Vaya... esos son los grandes guerreros que lo consiguieron...»
Era indudable, esas estatuas eran inconfundibles. Innumerables libros contaban sus hazañas, así como esquematizaban y relataban la belleza de aquél lago que quedaron protegiendo por la posteridad.
El chico se acercó sin miedo hasta la orilla, donde quedó observando a éstos gigantes tallados en algún mineral. No lucían como una simple roca, eran algo mas... o simplemente los rayos del sol al ocaso daban esa sensación. Sin duda, era un paisaje digno de recordar, o dibujar. Ésto le recordó algo... sus dibujos.
—Tendré que hacerme con un bloc y unos pinceles nuevos... vaya...— Se recordó a si mismo.
Entre tanto, el chico tomó asiento en la húmeda hierba que daba final a la tierra, y comienzo al agua. Agua que conformaba un enorme lago que brillaba casi tanto como un espejo, reflejando un firmamento que comenzaba a ser distinguible.