15/10/2015, 16:50
Lentos pero contantes, aquel cumulo se gente envuelta en aparentes ropas negras se acerca a ambos shinobis. Con toda seguridad eran ellos su objetivo, pues aun con el enorme tamaño de la playa era obvio que el curso que llevaban les haría encontrarse.
—Yo también pensaba que era uno, pero bien podría tratarse de secuaces que salieron a tantear la zona.
—Lo mejor será a esperar el que revelen sus intenciones. Con el tiempo me he dado cuenta que los rufianes son bastante parlanchines cuando creen que tienen la ventaja.
Por misterioso que pareciese, aquel grupo parecía hacerse más pequeño conforme la distancia se acortaba. Al mismo tiempo cada vez se podía apreciar mas detalles acerca de ellos.
Finalmente cuando se encontraban a tan solo unos cinco metros, el grupo se disperso en lo que parecían ser cuatro sombras que rodearon el lugar donde estaban acampando aquellos jóvenes. La situación era en cierto modo irreal, pues todo había sucedido rápido y en silencio.
El corazón de Kazuma empezaba a acelerarse mientras la ansiedad y la tensión de la situación iban en aumento. Por un momento pudo comprender por qué la gente de aldea estaba tan afligida, si aquellos hombres utilizaban ese método siempre, era natural que tuvieran un gran impacto en los habitantes.
—Levántense y abandonen todo lo que tengan, incluidas sus ropas. De lo contrario las cosas se pondrán feas... Para ustedes claro esta —Dijo aquel hombre que estaba de espalda a la luna y cuya cabeza bloqueaba parcialmente su luz.
La voz era gruesa he intimidante, con toda seguridad estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas. Y con toda seguridad estaría acostumbrado a la reacción de pavor de los pueblerinos. Pero seguramente en su criminal vida no había tratado con un ninja, menos con dos de ellos.
Todo estaba dispuesto como se esperaría, solo faltaba la reacción de los jóvenes para completar la escena.
—Yo también pensaba que era uno, pero bien podría tratarse de secuaces que salieron a tantear la zona.
—Lo mejor será a esperar el que revelen sus intenciones. Con el tiempo me he dado cuenta que los rufianes son bastante parlanchines cuando creen que tienen la ventaja.
Por misterioso que pareciese, aquel grupo parecía hacerse más pequeño conforme la distancia se acortaba. Al mismo tiempo cada vez se podía apreciar mas detalles acerca de ellos.
Finalmente cuando se encontraban a tan solo unos cinco metros, el grupo se disperso en lo que parecían ser cuatro sombras que rodearon el lugar donde estaban acampando aquellos jóvenes. La situación era en cierto modo irreal, pues todo había sucedido rápido y en silencio.
El corazón de Kazuma empezaba a acelerarse mientras la ansiedad y la tensión de la situación iban en aumento. Por un momento pudo comprender por qué la gente de aldea estaba tan afligida, si aquellos hombres utilizaban ese método siempre, era natural que tuvieran un gran impacto en los habitantes.
—Levántense y abandonen todo lo que tengan, incluidas sus ropas. De lo contrario las cosas se pondrán feas... Para ustedes claro esta —Dijo aquel hombre que estaba de espalda a la luna y cuya cabeza bloqueaba parcialmente su luz.
La voz era gruesa he intimidante, con toda seguridad estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas. Y con toda seguridad estaría acostumbrado a la reacción de pavor de los pueblerinos. Pero seguramente en su criminal vida no había tratado con un ninja, menos con dos de ellos.
Todo estaba dispuesto como se esperaría, solo faltaba la reacción de los jóvenes para completar la escena.