5/02/2019, 12:33
Kiroe intercambió una mirada con Zetsuo. Aquellos ojos púrpura que tan bien conocía, pero que al mismo tiempo se le hacían tan diferentes a los de su hijo, se clavaron en los afilados aguamarina del médico sin ningún tipo de reparo, grandes, penetrantes. Entonces los labios de la mujer se curvaron en una sonrisa. Pero no era la clásica sonrisa cargada de dulzura de la pastelera, mas bien estaban cargados de una melosa ponzoña.
—Ya he pedido perdón. Es que me he alegrado tanto de ver a Ayame... —respondió—. Ahora, será mejor que te calmes y que me sueltes el brazo, porque me estás haciendo daño. Y no queremos hacernos daño, ¿verdad, Zetsuo-san? Jijí...
Aquella risilla tan irritante le habría puesto los pelos de punta a cualquiera, pero Zetsuo no era un hombre cualquiera. Se quedó mirándola fijamente durante un largo rato y entonces él mismo sonrió de la misma manera. La afilada sonrisa de un águila.
—Eso tendrás que decírmelo tú, pastelera —siseó—. Ya sabes que cuando quieras y donde quieras puedo patear tu bonito culo, "jijí". —Sin embargo, soltó la presa que mantenía sobre su brazo y se volvió hacia la aturdida Ayame para enderezarla de nuevo—. Pero no hoy. Hoy tengo cosas más importantes que hacer —agregó, con un ligerísimo toque de emoción en su voz.
—Y... y D... ¿Daruu-kun? ¿Dónde está? —pronunció Ayame a duras penas, aún sujetándose la frente con una mano.
—Ya he pedido perdón. Es que me he alegrado tanto de ver a Ayame... —respondió—. Ahora, será mejor que te calmes y que me sueltes el brazo, porque me estás haciendo daño. Y no queremos hacernos daño, ¿verdad, Zetsuo-san? Jijí...
Aquella risilla tan irritante le habría puesto los pelos de punta a cualquiera, pero Zetsuo no era un hombre cualquiera. Se quedó mirándola fijamente durante un largo rato y entonces él mismo sonrió de la misma manera. La afilada sonrisa de un águila.
—Eso tendrás que decírmelo tú, pastelera —siseó—. Ya sabes que cuando quieras y donde quieras puedo patear tu bonito culo, "jijí". —Sin embargo, soltó la presa que mantenía sobre su brazo y se volvió hacia la aturdida Ayame para enderezarla de nuevo—. Pero no hoy. Hoy tengo cosas más importantes que hacer —agregó, con un ligerísimo toque de emoción en su voz.
—Y... y D... ¿Daruu-kun? ¿Dónde está? —pronunció Ayame a duras penas, aún sujetándose la frente con una mano.