5/02/2019, 19:51
Ayame estaba paseando por un camino empedrado, con la vista fija en el interior de un huerto donde un muñeco de paja de aspecto humanoide e incluso vestido como un humano asomaba entre las hortalizas, anclado con un poste al suelo. La pobre muchacha, que nunca había estado cerca de unos campos de cultivo y sólo contaba con el conocimiento que había podido adquirir en los libros, no pudo evitar ladear la cabeza con curiosidad.
«¿Ese es uno de esos... esos... "asusta-pájaros"? ¿Y de verdad funcionan?»
Tan concentrada estaba con su curiosidad que no lo vio hasta que lo tuvo casi enfrente.
—Hey.
Ayame pegó un salto de pura impresión. Abrió la boca para disculparse por su sobresalto, pero entonces reparó en quién tenía delante: un chico de cabellos castaños a quien le costó varios segundos reconocer... hasta que vio el perro negro y tuerto que le acompañaba.
Oh, cómo olvidarlo, después del apestoso y asqueroso incidente en Uzushiogakure...
Ayame cerró la boca y su mirada se ensombreció un instante. Desde luego, se moría de ganas por preguntarle si aquellos eran también sus huertos y no debía estar en ellos, o si el pobrecito de Uchiha Datsue volvía a tener dolencias debido a su presencia, o si le iba a tirar otra caca de su perro. Pero no llegó a decirlo en voz alta, primero porque se suponía que le habían borrado la memoria después de su desafortunado encuentro y en segundo lugar porque ahora las tres aldeas estaban de nuevo en alianza. No quería romper eso por una nueva metedura de pata.
Pero pensaba mantener las distancias con ese animal todo el tiempo... y desde luego no le iba a quitar el ojo de encima.
—Buenas —respondió ella, con toda la apatía que fue capaz de reunir.
«¿Ese es uno de esos... esos... "asusta-pájaros"? ¿Y de verdad funcionan?»
Tan concentrada estaba con su curiosidad que no lo vio hasta que lo tuvo casi enfrente.
—Hey.
Ayame pegó un salto de pura impresión. Abrió la boca para disculparse por su sobresalto, pero entonces reparó en quién tenía delante: un chico de cabellos castaños a quien le costó varios segundos reconocer... hasta que vio el perro negro y tuerto que le acompañaba.
Oh, cómo olvidarlo, después del apestoso y asqueroso incidente en Uzushiogakure...
Ayame cerró la boca y su mirada se ensombreció un instante. Desde luego, se moría de ganas por preguntarle si aquellos eran también sus huertos y no debía estar en ellos, o si el pobrecito de Uchiha Datsue volvía a tener dolencias debido a su presencia, o si le iba a tirar otra caca de su perro. Pero no llegó a decirlo en voz alta, primero porque se suponía que le habían borrado la memoria después de su desafortunado encuentro y en segundo lugar porque ahora las tres aldeas estaban de nuevo en alianza. No quería romper eso por una nueva metedura de pata.
Pero pensaba mantener las distancias con ese animal todo el tiempo... y desde luego no le iba a quitar el ojo de encima.
—Buenas —respondió ella, con toda la apatía que fue capaz de reunir.