5/02/2019, 21:15
Mientras miraba los huertos, la chica tenía expresión despreocupada y curiosa, como si viese un huerto por primera vez, cosa que, sabiendo de donde era, era perfectamente posible. Cuando la saludé, dio un respingo de sorpresa, algo habitual para mí, la gente solía ignorarme hasta una proximidad que amenazase su espacio vital. Por suerte, ella reaccionó a mi saludo.
Al principio, pareció querer decir algo, pero se corrigió de inmediato, cerrando la boca y cambiando la expresión por completo. De repente, ya no estaba despreocupada ni curiosa, ni sorprendida. Nos miró a Stuffy y a mí como si fuésemos más que sospechosos, reclusos confesos más bien.
—Buenas —
Me llevé una mano a la nuca sin saber muy bien como enderezar la situación, sí que parecía que había mal rollo entre nosotros, así que la versión de Stuffy cobraba sentido. No tenía mano para las conversaciones, ya no digamos para arreglar entuertos. Y con las mujeres iba a peor casi siempre. Los chicos tenemos como medio cerebro enfocado todavía a la caza y a arreglarlo todo a hostias, que aunque yo prefería hablar las cosas, pues solía funcionar mejor la primera. En cambio, ellas sí hablaban, y ahí es donde yo metía la pata hasta el fondo.
— Bueno... pues Stuffy, mi perro ninja, ha reconocido tu olor y hemos decidido pasar a saludar. Con todo lo de la paz y que os quieren matar a todos los guardianes, creí que sería oportuno. Creo que no nos hemos presentado, Inuzuka Nabi. — me presenté mientras le ofrecía la mano para estrecharla en señal de confianza.
La miré fijamente para ver su reacción. Solo quería respuestas, no era agradable tener un boquete en tu memoria que te tiene que rellenar tu perro. Stuffy, sin embargo, era el que actuaba como si no pasara nada, cosa que yo le había dicho que hiciese, pero no lo hacía por obediencia ni a proposito, es que su rencor, así como su memoria, daba para una estación, si la ofensa es muy grande, para dos. Así que no se acordaba demasiado.
El can se acercó alegremente, con la lengua fuera y un ojo alegre, el otro no, esperando lo que siempre espera, caricias y halagos solo por ser peludo y tuerto.
Al principio, pareció querer decir algo, pero se corrigió de inmediato, cerrando la boca y cambiando la expresión por completo. De repente, ya no estaba despreocupada ni curiosa, ni sorprendida. Nos miró a Stuffy y a mí como si fuésemos más que sospechosos, reclusos confesos más bien.
—Buenas —
Me llevé una mano a la nuca sin saber muy bien como enderezar la situación, sí que parecía que había mal rollo entre nosotros, así que la versión de Stuffy cobraba sentido. No tenía mano para las conversaciones, ya no digamos para arreglar entuertos. Y con las mujeres iba a peor casi siempre. Los chicos tenemos como medio cerebro enfocado todavía a la caza y a arreglarlo todo a hostias, que aunque yo prefería hablar las cosas, pues solía funcionar mejor la primera. En cambio, ellas sí hablaban, y ahí es donde yo metía la pata hasta el fondo.
— Bueno... pues Stuffy, mi perro ninja, ha reconocido tu olor y hemos decidido pasar a saludar. Con todo lo de la paz y que os quieren matar a todos los guardianes, creí que sería oportuno. Creo que no nos hemos presentado, Inuzuka Nabi. — me presenté mientras le ofrecía la mano para estrecharla en señal de confianza.
La miré fijamente para ver su reacción. Solo quería respuestas, no era agradable tener un boquete en tu memoria que te tiene que rellenar tu perro. Stuffy, sin embargo, era el que actuaba como si no pasara nada, cosa que yo le había dicho que hiciese, pero no lo hacía por obediencia ni a proposito, es que su rencor, así como su memoria, daba para una estación, si la ofensa es muy grande, para dos. Así que no se acordaba demasiado.
El can se acercó alegremente, con la lengua fuera y un ojo alegre, el otro no, esperando lo que siempre espera, caricias y halagos solo por ser peludo y tuerto.
—Nabi—