7/02/2019, 08:07
Oh, los elogios. Sentirse admirado, sentirse alabado. Alegría para su alma que fungía como gasolina para su ego, siendo aquello un triunfo moral que aseguraba que él estaba en el camino correcto. No podía sonreír más porque el rostro no daba para más, pero la satisfacción que demostraba era todo lo que necesitaba para que incluso su maltrecho cuerpo recuperase aquello que llamaban fuerza.
Estuvo atento a las palabras de la kunoichi, hasta que finalmente desveló el nombre de su estilo. Sin embargo, la sonrisa se le fue de la boca cuando ella hizo hincapié en que no valía demasiado. ¿Acaso ella estaba avergonzada de su propia técnica?
—¡Hmph!— Bufó afilando su mirada, apretó los puños, y camino hasta donde ella estaba sentada, agachándose para verla de frente. —¿Cómo puedes llamar bobo a algo que te delegó tu familia?— Se llevó los brazos a la cintura. —¡Es tu herencia y debes respetarla! Además tendrá su razón de ser para llevar tal nombre, ¿no?— miró nuevamente a sus piernas. —Tal vez no suene súpermegarequetecontrahiperamenazante pero oye, es tú estilo y por ende debes creer en él. Infravalorarlo es cómo si no confiaras en ti misma— entrecerró aún más los ojos antes de erguirse de nuevo. —No vuelvas a decir que es bobo.
Era curioso, pues Rōga no parece del tipo de gente que sea estricta, pero sin duda es un rasgo que comparte mucho con su abuelo Shishio aunque él mismo no esté consciente de ello. Se parecen más de lo que ambos están realmente dispuestos a admitir.