9/02/2019, 11:44
A Eri le costaron muchos intentos conseguir comprimir el chakra en una esfera. No ayudaba el hecho de que todo el chakra empleado se desperdiciase con cada ejecución. Pronto, la Uzumaki descubriría, pese a la vitalidad innata que le proporcionaba la sangre de su familia, que aquella tarea iba a ser dura. Muy dura. De hecho, ni siquiera consiguió formar la esfera en un sólo día. Al final de la tarde, Hanabi se despidió de ella, y le dijo que fuera a verle cuando hubiera conseguido al menos hacer una bola con el chakra.
Y así, la muchacha tendría que repetir el entrenamiento al menos durante una semana más. Una dura semana. Pero finalmente, fue capaz de esferizar el jutsu y por tanto Hanabi volvió a acompañarla.
Era su primer intento de golpear la roca con el Rasengan. La Uzumaki se colocó en la posición habitual, pero esta vez, echó el brazo hacia atrás y estampó el Rasengan contra la roca. Al verse comprimida entre la palma de Eri y la piedra, la esfera de chakra se aplanó y la energía salió despedida en forma de torbellino. El chakra se había disipado, y en lugar de taladrar la roca como había hecho la de Hanabi, dejó un bonito pero superficial tatuaje en espiral sobre su superficie.
—Bien. Pues ya te imaginas qué es lo siguiente —dijo Hanabi, levantándose y acercándose a la muchacha—. Tienes que hacer la esfera mucho, mucho más estable. De esta forma el ataque romperá hasta la piedra más dura. Si aprendes a modular cuánta fuerza de giro pones en el Rasengan, podrás también controlar el daño. ¿No queremos agujearle el estómago a un compañero, eh? —rio—. Bueno, Eri. Me temo que yo tengo que bajarme del barco aquí. Mañana... mañana tenemos la reunión. Con Kenzou... y Yui. Madre mía, que Amaterasu me bendiga. —El hombre se llevó la mano al bolsillo derecho, donde un botecito de pastillas tranquilizantes tracateó como el sonajero de un niño.
Y así, la muchacha tendría que repetir el entrenamiento al menos durante una semana más. Una dura semana. Pero finalmente, fue capaz de esferizar el jutsu y por tanto Hanabi volvió a acompañarla.
Era su primer intento de golpear la roca con el Rasengan. La Uzumaki se colocó en la posición habitual, pero esta vez, echó el brazo hacia atrás y estampó el Rasengan contra la roca. Al verse comprimida entre la palma de Eri y la piedra, la esfera de chakra se aplanó y la energía salió despedida en forma de torbellino. El chakra se había disipado, y en lugar de taladrar la roca como había hecho la de Hanabi, dejó un bonito pero superficial tatuaje en espiral sobre su superficie.
—Bien. Pues ya te imaginas qué es lo siguiente —dijo Hanabi, levantándose y acercándose a la muchacha—. Tienes que hacer la esfera mucho, mucho más estable. De esta forma el ataque romperá hasta la piedra más dura. Si aprendes a modular cuánta fuerza de giro pones en el Rasengan, podrás también controlar el daño. ¿No queremos agujearle el estómago a un compañero, eh? —rio—. Bueno, Eri. Me temo que yo tengo que bajarme del barco aquí. Mañana... mañana tenemos la reunión. Con Kenzou... y Yui. Madre mía, que Amaterasu me bendiga. —El hombre se llevó la mano al bolsillo derecho, donde un botecito de pastillas tranquilizantes tracateó como el sonajero de un niño.