11/02/2019, 17:19
Daruu también rio y, antes de terminar de marcharse, volvió a girarse hacia el médico.
—Mira, si supiera cómo hacer que dejase de hacer esas cosas... ¿Pero tú sabes cómo ha venido a mi a decirme que Ayame había vuelto? ¡Que me ha dicho que el Gobi había escapado de la aldea con Ayame todavía encerrada! ¡Está loca!
La palmada que se dio Zetsuo en la frente debió escucharse en todo el edificio.
—Pero esta mujer... ¡Esas bromas no tienen ninguna jodida gracia! —exclamó, antes de lanzar un profundo y sonado suspiro—. Es igual, todo ha acabado ya. Ahora Ayame debe descansar, ¡pero ni se te ocurra tomártelo como unas vacaciones! En cuanto te sientas capaz, volverás con los entrenamientos.
—Lo sé —asintió ella, plenamente decidida. Aunque sabía bien que en algún momento se arrepentiría de aquella decisión. Pero no podía seguir quedándose atrás. ¡No podía permitir que Daruu siguiera adelantándola!
Se despidió por última vez de Daruu, y justo cuando se giraba para entrar en su casa, escuchó la voz de su padre una vez más.
—¡Amedama! —le llamó—. No es necesario que seas tan cuidadoso. No voy a leerte la mente si no tengo motivos para hacerlo. ¿O es que los tengo? —Añadió, entrecerrando peligrosamente los párpados.
—Mira, si supiera cómo hacer que dejase de hacer esas cosas... ¿Pero tú sabes cómo ha venido a mi a decirme que Ayame había vuelto? ¡Que me ha dicho que el Gobi había escapado de la aldea con Ayame todavía encerrada! ¡Está loca!
La palmada que se dio Zetsuo en la frente debió escucharse en todo el edificio.
—Pero esta mujer... ¡Esas bromas no tienen ninguna jodida gracia! —exclamó, antes de lanzar un profundo y sonado suspiro—. Es igual, todo ha acabado ya. Ahora Ayame debe descansar, ¡pero ni se te ocurra tomártelo como unas vacaciones! En cuanto te sientas capaz, volverás con los entrenamientos.
—Lo sé —asintió ella, plenamente decidida. Aunque sabía bien que en algún momento se arrepentiría de aquella decisión. Pero no podía seguir quedándose atrás. ¡No podía permitir que Daruu siguiera adelantándola!
Se despidió por última vez de Daruu, y justo cuando se giraba para entrar en su casa, escuchó la voz de su padre una vez más.
—¡Amedama! —le llamó—. No es necesario que seas tan cuidadoso. No voy a leerte la mente si no tengo motivos para hacerlo. ¿O es que los tengo? —Añadió, entrecerrando peligrosamente los párpados.