12/02/2019, 05:15
(Última modificación: 12/02/2019, 05:16 por Umikiba Kaido.)
Y casi al unísono de que Eri enarcó ambas cejas, las manos del amejin descendieron para reposar finalmente en su cintura. Luego, atendió la elegante respuesta de su interlocutora con evidente sorpresa. ¿Acaso sus métodos toca-cojones estaban fallando? ¿estarían sus estratagemas gastadas e inefectivas después de tantos años de uso? podía ser, sí. Eso, o que los uzujin tenían órdenes estrictas de no caer en provocaciones ajenas como las suyas. No le extrañaría teniendo en cuenta que eran ellos quienes se adjudicaban la supuesta paz de Shiona y que siempre iban a jactarse de ello.
Pero en fin, que Eri no era la primera en controlarse. Ya se había encontrado con Uchiha Datsue, y éste, contra todo pronóstico; se negó a caer en su juego. Kaido refunfuñó para sus adentros y se contuvo tras su nuevo fracaso.
—Oh, Eri-chan, ¡pues no vas a creerme! —empezó a decir, y luego dio un par de pasos hacia ella—. es que me la dejé en casa. Qué mal shinobi que soy, ¿verdad?... te prometo que la próxima la tendré bien puesta en la frente para evitarte inconvenientes.
Luego otro paso, y otro. No tardó mucho en rodear a la muchacha como lo hace un tiburón alrededor de un cardúmen.
—Ah, y por favor; permíteme felicitarte —le señaló la placa de jounin con la mano izquierda—. totalmente merecida. No por nada se habla de ti en las calles como la Heroína Carmesí.
Pero en fin, que Eri no era la primera en controlarse. Ya se había encontrado con Uchiha Datsue, y éste, contra todo pronóstico; se negó a caer en su juego. Kaido refunfuñó para sus adentros y se contuvo tras su nuevo fracaso.
—Oh, Eri-chan, ¡pues no vas a creerme! —empezó a decir, y luego dio un par de pasos hacia ella—. es que me la dejé en casa. Qué mal shinobi que soy, ¿verdad?... te prometo que la próxima la tendré bien puesta en la frente para evitarte inconvenientes.
Luego otro paso, y otro. No tardó mucho en rodear a la muchacha como lo hace un tiburón alrededor de un cardúmen.
—Ah, y por favor; permíteme felicitarte —le señaló la placa de jounin con la mano izquierda—. totalmente merecida. No por nada se habla de ti en las calles como la Heroína Carmesí.