12/02/2019, 17:13
Nada le habría preparado para lo que sucedió a continuación. Daruu se había imaginado cientos de veces aquél encuentro. En dichas imaginaciones, la Pequeña Rata le había dicho que no tuvo más remedio que hacerlo, que habían sido órdenes, y había actuado con la misma frialdad que el General Rata, cuando, en el pasado, le había dicho que no se arrepentía de haber cumplido órdenes, porque había sido su deber, y por tanto había actuado bien. Él le respondía, insultándola, capturándola y utilizándola para obtener información sobre los Hermanos del Desierto. Desde que los kage habían firmado la Alianza, simplemente pasaba de ella y se daba la vuelta, o fingía no reconocerla y escupía al suelo. Cada vez que pasaba, tensaba toda la mandíbula, y apretaba los puños.
Pero el gesto de la Pequeña Rata, no, el gesto que la convirtió de nuevo en Uzumaki Eri, le pilló totalmente desprevenido. Atravesó todas sus defensas y las tiró por la borda. Por supuesto, su otra parte ya había discutido con él. La parte que le recordaba que quizás que Hanabi hubiese accedido a ayudar a Ayame no fuese una casualidad. Que hubiese sido porque Ayame envió la dichosa carta. La dichosa carta que seguramente había entregado Uzumaki Eri. Eri, que había accedido a ayudar a Ayame voluntariamente.
Apretó los dientes, echó la pierna hacia atrás, preparado para darle una patada a la pelirroja y...
...dejó la pierna en su sitio, chasqueó la lengua, se cruzó de brazos y apartó la mirada de ella.
—Levántate, anda. Todo el mundo nos está mirando —dijo—. Además, ahora estamos en Alianza. Supongo que estoy obligado a perdonarte.
»Pero no pienses que voy a hacer lo mismo con el General Ra... con Akame.
Pero el gesto de la Pequeña Rata, no, el gesto que la convirtió de nuevo en Uzumaki Eri, le pilló totalmente desprevenido. Atravesó todas sus defensas y las tiró por la borda. Por supuesto, su otra parte ya había discutido con él. La parte que le recordaba que quizás que Hanabi hubiese accedido a ayudar a Ayame no fuese una casualidad. Que hubiese sido porque Ayame envió la dichosa carta. La dichosa carta que seguramente había entregado Uzumaki Eri. Eri, que había accedido a ayudar a Ayame voluntariamente.
«Ella no estaba de acuerdo con esposarte, de hecho se arrepentía de haberlo hecho...»
«Ella es una buena chica. No es como Datsue, como Akame, como ese chico del perro o como aquel otro espadachín que me acusó falsamente de haber atacado a un civil.»
«Ella es una buena chica. No es como Datsue, como Akame, como ese chico del perro o como aquel otro espadachín que me acusó falsamente de haber atacado a un civil.»
Apretó los dientes, echó la pierna hacia atrás, preparado para darle una patada a la pelirroja y...
...dejó la pierna en su sitio, chasqueó la lengua, se cruzó de brazos y apartó la mirada de ella.
—Levántate, anda. Todo el mundo nos está mirando —dijo—. Además, ahora estamos en Alianza. Supongo que estoy obligado a perdonarte.
»Pero no pienses que voy a hacer lo mismo con el General Ra... con Akame.