14/02/2019, 11:17
(Última modificación: 14/02/2019, 11:17 por Aotsuki Ayame.)
Daruu debió de ver más allá de ella, como solía hacer todo el mundo, porque rodeó sus hombros con un brazo y levantó su barbilla con su mano libre.
—Eh, mira qué bonito es esto —le susurró—. Vamos, nos merecemos un descanso. Además, ya te dije que te protegería, ¿no? —añadió, con una sonrisa que encandiló su corazón. Daruu depositó un beso en su mejilla y Ayame se quedó unos segundos paralizada en el sitio, con la yema de los dedos apoyada donde habían estado sus labios.
Hasta que vio que había echado a correr por la hierba. Y aquello despertó la chispa de la competitividad.
Ayame echó a correr tras él, inclinando el cuerpo ligeramente y con los brazos echados hacia atrás para ganar velocidad. La hierba verde crujía bajo sus botas, las flores primaverales pasaban junto a ellos a toda velocidad, el viento sacudía sus cabellos por detrás de ella como una bandera. Se dejó llevar por la euforia de una libertad perdida durante demasiado tiempo y sus rápidas zancadas no tardaron en alcanzar a las de Daruu.
—¡Además! Tengo pensado empezar compartiendo algo muy especial contigo —dijo él de repente, sorprendiéndola.
—¿A qué te refieres? —preguntó, llena de curiosidad, y una ladina sonrisa curvó sus labios cuando añadió—: ¿Y desde cuándo eres tan lento? —le picó.
—Eh, mira qué bonito es esto —le susurró—. Vamos, nos merecemos un descanso. Además, ya te dije que te protegería, ¿no? —añadió, con una sonrisa que encandiló su corazón. Daruu depositó un beso en su mejilla y Ayame se quedó unos segundos paralizada en el sitio, con la yema de los dedos apoyada donde habían estado sus labios.
Hasta que vio que había echado a correr por la hierba. Y aquello despertó la chispa de la competitividad.
Ayame echó a correr tras él, inclinando el cuerpo ligeramente y con los brazos echados hacia atrás para ganar velocidad. La hierba verde crujía bajo sus botas, las flores primaverales pasaban junto a ellos a toda velocidad, el viento sacudía sus cabellos por detrás de ella como una bandera. Se dejó llevar por la euforia de una libertad perdida durante demasiado tiempo y sus rápidas zancadas no tardaron en alcanzar a las de Daruu.
—¡Además! Tengo pensado empezar compartiendo algo muy especial contigo —dijo él de repente, sorprendiéndola.
—¿A qué te refieres? —preguntó, llena de curiosidad, y una ladina sonrisa curvó sus labios cuando añadió—: ¿Y desde cuándo eres tan lento? —le picó.