15/02/2019, 18:56
Ayame se acercó, juguetona, y le tiró suavemente de la espalda intentando hacer contacto visual con él. Él rio, pero apartó estoicamente la mirada y comenzó a silbar una cancioncilla.
—Te lo diré —contestó—, pero hoy no.
Las puertas de Notsuba les recibieron. Los muchachos pasaron de largo dos fornidos guardias con cara de pocos amigos, y se internaron en los entresijos de la capital del País de la Tierra. A Daruu la ciudad le recordó definitivamente a Sendoshi, en el Valle de los Dojos, pero era mucho más grande, prácticamente tanto como Shinogi-To o Yamiria, quizás más. Ellos todavía caminaban por la avenida principal, arteria preferente para puestos turísticos de todo tipo. Daruu se había detenido sobre un curioso grupo de figuras de torii marrones con el ideograma de la Tierra grabado, y se acariciaba la barbilla meditando si comprárselo de recuerdo o no.
—Te lo diré —contestó—, pero hoy no.
Las puertas de Notsuba les recibieron. Los muchachos pasaron de largo dos fornidos guardias con cara de pocos amigos, y se internaron en los entresijos de la capital del País de la Tierra. A Daruu la ciudad le recordó definitivamente a Sendoshi, en el Valle de los Dojos, pero era mucho más grande, prácticamente tanto como Shinogi-To o Yamiria, quizás más. Ellos todavía caminaban por la avenida principal, arteria preferente para puestos turísticos de todo tipo. Daruu se había detenido sobre un curioso grupo de figuras de torii marrones con el ideograma de la Tierra grabado, y se acariciaba la barbilla meditando si comprárselo de recuerdo o no.