15/02/2019, 23:27
—Vaaale, tres, ni uno más —concedió Daruu, sonriente. Se llevó la brocheta a la boca y entonces se quedó mirando al cielo, con un gesto extraño.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ayame, ladeando la cabeza.
—Oye, oye oye oye. Tu padre tiene tendencia a mandar águilas a escudriñar desde el cielo para enterarse de cosas —dijo—. ¿No habrá enviado alguna para tenernos vigilados, verdad? Porque me cabrearía mucho.
Y Ayame soltó una carcajada. Antes de responder, se llevó el pincho a la boca y arrancó otro pedazo de carne.
—No. Le hice prometer que no lo haría —respondió, y aún así sus ojos vagaron por el cielo, libre de nubes aquel día—. Oh, ¿sabes que envió una cuando me devolvieron a la normalidad? No le dejaron ir, pero no soportaba la idea de no saber qué era lo que había ocurrido.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ayame, ladeando la cabeza.
—Oye, oye oye oye. Tu padre tiene tendencia a mandar águilas a escudriñar desde el cielo para enterarse de cosas —dijo—. ¿No habrá enviado alguna para tenernos vigilados, verdad? Porque me cabrearía mucho.
Y Ayame soltó una carcajada. Antes de responder, se llevó el pincho a la boca y arrancó otro pedazo de carne.
—No. Le hice prometer que no lo haría —respondió, y aún así sus ojos vagaron por el cielo, libre de nubes aquel día—. Oh, ¿sabes que envió una cuando me devolvieron a la normalidad? No le dejaron ir, pero no soportaba la idea de no saber qué era lo que había ocurrido.