16/02/2019, 00:52
Daruu se cruzó de brazos, molesto.
—¡Agh! ¡Pero qué gilipollas eres cuando quieres! —rio—. Pues que sepas que sé que tu curiosidad es más impaciente que la mía.
De pronto, el muchacho se detuvo en seco.
—No —dijo—. No puede ser. Es el destino. —Señaló a un edificio grande que les había quedado junto enfrente. Al cartel. Cogió a Ayame del hombro con la otra mano y la agitó—. ¡Es el destino, Ayame!
Era un cartel de madera. Con un símbolo tallado. Era un pato, la silueta de un patito subiendo en diagonal la ladera de una empinada montaña. Era...
—Está claro. Nos tenemos que alojar ahí. Los dioses nos han puesto este hotel en las narices por algún motivo —rio, y echó a caminar hacia la puerta.
—¡Agh! ¡Pero qué gilipollas eres cuando quieres! —rio—. Pues que sepas que sé que tu curiosidad es más impaciente que la mía.
De pronto, el muchacho se detuvo en seco.
—No —dijo—. No puede ser. Es el destino. —Señaló a un edificio grande que les había quedado junto enfrente. Al cartel. Cogió a Ayame del hombro con la otra mano y la agitó—. ¡Es el destino, Ayame!
Era un cartel de madera. Con un símbolo tallado. Era un pato, la silueta de un patito subiendo en diagonal la ladera de una empinada montaña. Era...
El Patito Montés.
—Está claro. Nos tenemos que alojar ahí. Los dioses nos han puesto este hotel en las narices por algún motivo —rio, y echó a caminar hacia la puerta.