20/02/2019, 11:37
La bravuconada de Daruu tuvo el efecto contrario: Juro, azorado, le pidió que no le juzgase por su rango. Por lo visto, el muchacho estaba un poco inseguro de sí mismo. No obstante no rechazó el reto. Sí que volvió a mostrar esa inseguridad cuando, mirando alrededor, recordó a Daruu que deseaba pasar desapercibido.
»Ya sé que no hay prácticamente nadie por aquí, pero no nos interesa llamar la atención en exceso igualmente, ¿vale? —dijo. «¿Por qué es tan reservado...? ¿No será por...? ¡Claro, los Generales!» Afortunadamente para ambos, Daruu era muy bueno en el arte de ser escurridizo.
—¡Hop! —El muchacho levantó los brazos y, balanceándose, se reincorporó de un salto—. ¡No te preocupes, Juro-san! Si me reservo algo de chakra mientras peleamos, puedo sacarte de aquí y llevarte a un lugar seguro en un periquete. ¡No nos pasará nada! —Echó los brazos hacia atrás y rotó los hombros, preparándose. Dio un par de saltitos mientras se daba la vuelta y se alejaba, y estiró un poco antes de ponerse a pelear con el kusajin. Echó una pierna hacia atrás, la otra hacia adelante. Imitó el movimiento con los brazos, adoptando un kata Hyuuga del que no había perdido costumbre, a pesar de perder sus Byakugan—. Estoy listo, tío. Cuando quieras.
Aproximadamente cinco metros separaban a los contendientes. Mientras que tras Daruu había una eterna llanura con algunos altibajos, a la espalda de Juro quedaba la colina sobre la que habían descansado. Una pendiente ridícula para un shinobi, acostumbrado a escalar paredes situadas en un ángulo de noventa grados respecto al suelo.
»Ya sé que no hay prácticamente nadie por aquí, pero no nos interesa llamar la atención en exceso igualmente, ¿vale? —dijo. «¿Por qué es tan reservado...? ¿No será por...? ¡Claro, los Generales!» Afortunadamente para ambos, Daruu era muy bueno en el arte de ser escurridizo.
—¡Hop! —El muchacho levantó los brazos y, balanceándose, se reincorporó de un salto—. ¡No te preocupes, Juro-san! Si me reservo algo de chakra mientras peleamos, puedo sacarte de aquí y llevarte a un lugar seguro en un periquete. ¡No nos pasará nada! —Echó los brazos hacia atrás y rotó los hombros, preparándose. Dio un par de saltitos mientras se daba la vuelta y se alejaba, y estiró un poco antes de ponerse a pelear con el kusajin. Echó una pierna hacia atrás, la otra hacia adelante. Imitó el movimiento con los brazos, adoptando un kata Hyuuga del que no había perdido costumbre, a pesar de perder sus Byakugan—. Estoy listo, tío. Cuando quieras.
Aproximadamente cinco metros separaban a los contendientes. Mientras que tras Daruu había una eterna llanura con algunos altibajos, a la espalda de Juro quedaba la colina sobre la que habían descansado. Una pendiente ridícula para un shinobi, acostumbrado a escalar paredes situadas en un ángulo de noventa grados respecto al suelo.