22/02/2019, 12:33
—¡Y-ya te digo que es demasiado! —exclamó Daruu, igual de sorprendido que ella, y cuando tuvo una panorámica completa de lo que sería su hogar durante los próximos tres días, silbó y se llevó las manos a la frente—. ¡Madre mía! Esto es... no creo que volvamos a estar en un sitio así en toda nuestra vida, Ayame.
—No... ni con todas las misiones de rango S del mundo... —comentó ella, ojiplática.
Y entonces sintió un golpecito en el hombro.
—Eh. ¿Aprovechémoslo, vale? Como unos días viviendo juntos —dijo, dándole un beso en la coronilla que la hizo volver a sonrojarse.
«Vi... viviendo juntos...» Repitió Ayame para sus adentros.
Mientras Daruu había comenzado una exhaustiva inspección del apartamento, empezando por la cocina, sobre todo el horno. Y Ayame le seguía de cerca, curioseando todo lo que quedaba a su alcance: desde la comodidad del sofá, hasta la televisión, y la suavidad de las sábanas de la cama.
—Si no te importa, Ayame, voy a ducharme —dijo Daruu poco después.
—Está bien, luego iré yo.
—Y a ponerme guapo~. Tenemos una cita hoy, ya sabes —añadió, sonriente y le guiñó un ojo.
La puerta del baño se cerró y Ayame se sintió desfallecer. Se sentó con extrema delicadeza en el colchón de la cama y se abrazó a su mochila como si de un muñeco de peluche se tratara. Y su rostro comenzó a arder con la fuerza de mil infiernos.
Una cita. Tenían una cita. Y completamente solos. En aquel lugar perdido de la mano de Amenokami nadie podría interponerse entre ellos: ni Kōri, ni su padre, ni Kiroe... Pero ya habían tenido muchas citas juntos, ¿entonces por qué se alteraba de aquella manera? ¿Acaso era por el hecho de estar completamente solos? ¿O porque estaban conviviendo juntos bajo el mismo techo? Pero el objetivo de cualquier pareja que empieza a salir es acabar compartiendo una vida. Eso era algo que ella había sabido desde siempre, y no habían sido pocas las veces que había soñado despierta con la que sería la llegada de su príncipe azul. ¿Entonces por qué se sentía así? ¿Tenía miedo de no estar a la altura? ¿De decepcionar de alguna manera a Daruu y que dejara de sentirse atraído por ella?
Sintió ganas de llorar.
«Venga... calma. Todo va a ir bien.» Se dijo, respirando hondo, y terminó por dejar la mochila junto a los pies de la mesita de noche, en el lado izquierdo de la cama.
Y mientras se deshacía de sus armas, su bandana de kunoichi y los mecanismos ocultos que llevaba bajo las mangas, comenzó a canturrear en voz alta, tratando de relajarse.
—No... ni con todas las misiones de rango S del mundo... —comentó ella, ojiplática.
Y entonces sintió un golpecito en el hombro.
—Eh. ¿Aprovechémoslo, vale? Como unos días viviendo juntos —dijo, dándole un beso en la coronilla que la hizo volver a sonrojarse.
«Vi... viviendo juntos...» Repitió Ayame para sus adentros.
Mientras Daruu había comenzado una exhaustiva inspección del apartamento, empezando por la cocina, sobre todo el horno. Y Ayame le seguía de cerca, curioseando todo lo que quedaba a su alcance: desde la comodidad del sofá, hasta la televisión, y la suavidad de las sábanas de la cama.
—Si no te importa, Ayame, voy a ducharme —dijo Daruu poco después.
—Está bien, luego iré yo.
—Y a ponerme guapo~. Tenemos una cita hoy, ya sabes —añadió, sonriente y le guiñó un ojo.
La puerta del baño se cerró y Ayame se sintió desfallecer. Se sentó con extrema delicadeza en el colchón de la cama y se abrazó a su mochila como si de un muñeco de peluche se tratara. Y su rostro comenzó a arder con la fuerza de mil infiernos.
Una cita. Tenían una cita. Y completamente solos. En aquel lugar perdido de la mano de Amenokami nadie podría interponerse entre ellos: ni Kōri, ni su padre, ni Kiroe... Pero ya habían tenido muchas citas juntos, ¿entonces por qué se alteraba de aquella manera? ¿Acaso era por el hecho de estar completamente solos? ¿O porque estaban conviviendo juntos bajo el mismo techo? Pero el objetivo de cualquier pareja que empieza a salir es acabar compartiendo una vida. Eso era algo que ella había sabido desde siempre, y no habían sido pocas las veces que había soñado despierta con la que sería la llegada de su príncipe azul. ¿Entonces por qué se sentía así? ¿Tenía miedo de no estar a la altura? ¿De decepcionar de alguna manera a Daruu y que dejara de sentirse atraído por ella?
Sintió ganas de llorar.
«Venga... calma. Todo va a ir bien.» Se dijo, respirando hondo, y terminó por dejar la mochila junto a los pies de la mesita de noche, en el lado izquierdo de la cama.
Y mientras se deshacía de sus armas, su bandana de kunoichi y los mecanismos ocultos que llevaba bajo las mangas, comenzó a canturrear en voz alta, tratando de relajarse.