25/02/2019, 13:06
—¿Me has visto cara de tsuchijin? —contestó Daruu, con una carcajada. Ayame había estado a punto de comentar que quizás él había estado allí antes, pero la respuesta del muchacho se le adelantó—: No, por supuesto que no tengo nada pensado. No he venido aquí en mi vida.
Daruu la tomó de las manos, balanceándolas con un gesto tan ilusionado como contagioso.
—¿Qué pasa, no te gusta la aventura?
—Bueno... lo que no me gusta es perderme... —respondió ella, con una risilla nerviosa, mientras Daruu se separaba momentáneamente de ella para sacar de su mochila una curiosa cartera con orejas de gato—. ¡Qué monada! —se le escapó.
—¡Vamos! —la apremió, mientras se dirigía a la puerta—. Tengo ganas de conocer la ciudad. ¿Todavía tienes la llave por ahí? Mira que se nos olvida y nos quedamos encerrados...
Ayame, que había tomado un pequeño bolso de su mochila, le mostró cómo guardaba en él la llave.
—Lo que nos faltaba para terminar de montar el espectáculo: perder la llave y no poder disfrutar de esta magnífica suite —dijo, mientras se colgaba el bolso cruzando su pecho y seguía los pasos de Daruu. Cuando salieron, Ayame se aseguró de cerrar la puerta con llave y volver a guardarla. Pero el ver la cartera de Daruu le había recordado algo, y la muchacha no tardó ni medio minuto en sacar la suya y ofrecer un par de billetes a su pareja—. Me has recordado algo que no había pagado mi parte de la suite. Toma, esto es tuyo.
Daruu la tomó de las manos, balanceándolas con un gesto tan ilusionado como contagioso.
—¿Qué pasa, no te gusta la aventura?
—Bueno... lo que no me gusta es perderme... —respondió ella, con una risilla nerviosa, mientras Daruu se separaba momentáneamente de ella para sacar de su mochila una curiosa cartera con orejas de gato—. ¡Qué monada! —se le escapó.
—¡Vamos! —la apremió, mientras se dirigía a la puerta—. Tengo ganas de conocer la ciudad. ¿Todavía tienes la llave por ahí? Mira que se nos olvida y nos quedamos encerrados...
Ayame, que había tomado un pequeño bolso de su mochila, le mostró cómo guardaba en él la llave.
—Lo que nos faltaba para terminar de montar el espectáculo: perder la llave y no poder disfrutar de esta magnífica suite —dijo, mientras se colgaba el bolso cruzando su pecho y seguía los pasos de Daruu. Cuando salieron, Ayame se aseguró de cerrar la puerta con llave y volver a guardarla. Pero el ver la cartera de Daruu le había recordado algo, y la muchacha no tardó ni medio minuto en sacar la suya y ofrecer un par de billetes a su pareja—. Me has recordado algo que no había pagado mi parte de la suite. Toma, esto es tuyo.