25/02/2019, 16:02
—Oh, es verdad —respondió Daruu, que tomó los billetes no sin cierta reticencia.
Aunque Ayame no estaba dispuesta a dejar que se negara a que le pagara su correspondiente parte; después de todo, era un viaje de los dos. Y él ya la había invitado a comer anteriormente.
Como si de dos vulgares bandidos se trataran, los dos salieron del hotel tratando de evitar cualquier contacto directo con cualquier persona que se encontrara en aquel momento en la recepción. Una vez en la calle, y sin ningún destino concreto en mente, caminaron cogidos de la mano por las calles de Notsuba. A Ayame no se le escapó el detalle de que, como un gato callejero, Daruu siempre la conducía por los caminos menos transitados, siempre huyendo de las asfixiantes multitudes.
Al final sus pasos los condujeron hasta una plaza bastante bonita, con una pequeña fuente en el medio con dos estatuas que representaban a dos peces que lanzaban chorros de agua hacia lados complementarios.
—La verdad es que... no se me ocurre nada más que hacer. Pasear —dijo Daruu de repente, encogiéndose de hombros—. Pero al mismo tiempo, estoy a gusto no haciendo nada. Con... contigo.
—Es agradable... —asintió ella, aspirando el aire fresco con una relajada sonrisa—. Poder caminar así, sin ningún tipo de preocupación... sólo como dos civiles sin temas de ninjas en la cabeza —se rio—. Oye, ¿de verdad no me vas a contar nada hasta mañana? —le pinchó, con un puchero.
Aunque Ayame no estaba dispuesta a dejar que se negara a que le pagara su correspondiente parte; después de todo, era un viaje de los dos. Y él ya la había invitado a comer anteriormente.
Como si de dos vulgares bandidos se trataran, los dos salieron del hotel tratando de evitar cualquier contacto directo con cualquier persona que se encontrara en aquel momento en la recepción. Una vez en la calle, y sin ningún destino concreto en mente, caminaron cogidos de la mano por las calles de Notsuba. A Ayame no se le escapó el detalle de que, como un gato callejero, Daruu siempre la conducía por los caminos menos transitados, siempre huyendo de las asfixiantes multitudes.
Al final sus pasos los condujeron hasta una plaza bastante bonita, con una pequeña fuente en el medio con dos estatuas que representaban a dos peces que lanzaban chorros de agua hacia lados complementarios.
—La verdad es que... no se me ocurre nada más que hacer. Pasear —dijo Daruu de repente, encogiéndose de hombros—. Pero al mismo tiempo, estoy a gusto no haciendo nada. Con... contigo.
—Es agradable... —asintió ella, aspirando el aire fresco con una relajada sonrisa—. Poder caminar así, sin ningún tipo de preocupación... sólo como dos civiles sin temas de ninjas en la cabeza —se rio—. Oye, ¿de verdad no me vas a contar nada hasta mañana? —le pinchó, con un puchero.