26/02/2019, 20:51
— Tú estás igual que siempre, solo que peinado.
Si las almas pudiesen llorar, la mía habría creado un par de océanos. Tantas horas de preparación para que ni se fijase en el pijama mal puesto que llevaba puesto. Pero bueno, no había mucho que hacer, ni mucho ni poco. Yo ya no sabía qué decir. Eri parecía alejarse cada vez más de mi pobre y plebeya posición. Ella era ahora Jounin, la herencia de Shiona, la llamaban, ¿y yo quien era? El compañero ninja de Stuffy, el perro destripa rufianes.
Y no me importaba demasiado. Pero la cara de pan con la que me miraba Eri de normal empezaba a ser incluso hiriente. ¿Qué esperaba ella de mí? No tenía ni fausta idea.
Seguimos caminando y llegamos a la parte de las atracciones, había un puesto de cazar patos, otro de tirar botellas con una bola y demás. No les presté mucha atención a la espera de que la pelirroja dijese o hiciese algo, porque mis dos neuronas no querían dar más ideas que se fueran al traste.
Si las almas pudiesen llorar, la mía habría creado un par de océanos. Tantas horas de preparación para que ni se fijase en el pijama mal puesto que llevaba puesto. Pero bueno, no había mucho que hacer, ni mucho ni poco. Yo ya no sabía qué decir. Eri parecía alejarse cada vez más de mi pobre y plebeya posición. Ella era ahora Jounin, la herencia de Shiona, la llamaban, ¿y yo quien era? El compañero ninja de Stuffy, el perro destripa rufianes.
Y no me importaba demasiado. Pero la cara de pan con la que me miraba Eri de normal empezaba a ser incluso hiriente. ¿Qué esperaba ella de mí? No tenía ni fausta idea.
Seguimos caminando y llegamos a la parte de las atracciones, había un puesto de cazar patos, otro de tirar botellas con una bola y demás. No les presté mucha atención a la espera de que la pelirroja dijese o hiciese algo, porque mis dos neuronas no querían dar más ideas que se fueran al traste.
—Nabi—