3/03/2019, 13:50
—Y yo te lo agradezco, la verdad, aunque no deberías enfrentarte a tus compañeros. No necesitamos divisiones internas ahora mismo, y lo último que queremos es que en Uzu vuelva a levantarse otro Zoku —solo de recordar a aquel hombre sentía escalofríos en su espalda, y la verdad es que ahí de nuevo tenía que coincidir con Daruu: nadie quería otro Zoku—. Supongo que uno de esos con los que discutiste sería Uchiha Datsue. Ese cabronazo.
Sabía de la reputación de Datsue, ya ni se iba a molestar en intentar defenderlo. Era su amigo, sí, pero sus acciones lo habían llevado a eso y seguramente defenderle sería una pérdida de tiempo, pues a la mínima que intentase decir algo a su favor, él haría algo en contra de sí mismo, además probablemente le daba igual.
Pero Daruu, aun probablemente cabreado por lo que hizo, no le parecía guardarle rencor, es más, prefería que no le pasase nada, pues tampoco querían que se cambiase de bando, y teniendo lo que tenía dentro...
—Esperemos que nadie se ponga de su parte —murmuró, jugando con sus dedos.
Fue justo cuando la dueña llegó con la bandeja, haciendo que la kunoichi callase de inmediato. La mujer puso los vasos delante de sus dueños, pero más que vasos, parecían tubos que se abrían conforme subían, con el líquido ligeramente espeso entre el cristal y la nata por encima, también, en el centro, dejó un par de dulces sobre una bandeja de madera.
—Invita la casa —informó, señalando los dulces—. Que aproveche.
Y se marchó por donde había venido.
Sabía de la reputación de Datsue, ya ni se iba a molestar en intentar defenderlo. Era su amigo, sí, pero sus acciones lo habían llevado a eso y seguramente defenderle sería una pérdida de tiempo, pues a la mínima que intentase decir algo a su favor, él haría algo en contra de sí mismo, además probablemente le daba igual.
Pero Daruu, aun probablemente cabreado por lo que hizo, no le parecía guardarle rencor, es más, prefería que no le pasase nada, pues tampoco querían que se cambiase de bando, y teniendo lo que tenía dentro...
—Esperemos que nadie se ponga de su parte —murmuró, jugando con sus dedos.
Fue justo cuando la dueña llegó con la bandeja, haciendo que la kunoichi callase de inmediato. La mujer puso los vasos delante de sus dueños, pero más que vasos, parecían tubos que se abrían conforme subían, con el líquido ligeramente espeso entre el cristal y la nata por encima, también, en el centro, dejó un par de dulces sobre una bandeja de madera.
—Invita la casa —informó, señalando los dulces—. Que aproveche.
Y se marchó por donde había venido.