5/03/2019, 16:38
El Inuzuka, tan rápido como había demostrado ser, bloqueó el rodillazo de Ranko. Por un momento pareció que no era solo ella quien estaba bailando, pues ambos habían entablado una especie de danza marcial, alejándose y atacando rápidamente, cual violento vals. Y, a pesar de que se detenían unos instantes para intercambiar palabras, daba la impresión de que era con sus movimientos con lo que se estaban comunicando.
Al igual que dos idiomas que transmiten el mismo mensaje con caracteres y nombres diferentes, Etsu mostró el nombre del suyo: Tekken.
”Suena poderoso y sencillo. Tan firme como su ejecución” pensó la de la trenza, con emoción. Al mencionar la fama del abuelo Inuzuka, Ranko intentó hacer memoria. Sí, había escuchado el apellido en otras ocasiones, pues su madre, Komachi, era adepta a estudiar y describir otros estilos de pelea, mientras que su padre, Kizaemon, era adepto a hablar sobre familias y clanes célebres. Ranko simplemente no había querido “ir de excursión” a otros dojos. Para ahorrarse un sinfín de pena y sonrojos, por supuesto.
—Lo… Lo siento. Creo que madre lo ha… lo ha mencionado. El dojo Inuzuka, quiero decir. Yo solo no sabía el nombre de su estilo. ¡Pero ahora nunca lo olvidaré!
Era curioso que ambos practicaran estilos familiares, con la diferencia de que el Tekken ganaba practicantes, estableciéndose tal vez como un camino sólido, mientras que el Hakuto no Mai solo era practicado por Komachi y Ranko. No es que fuese algo prohibido, sino que había sido su madre quien lo había desarrollado, por lo que, o bien ella no tenía intención de heredarlo más que a su hija, o bien no lo había pensado.
Después de un segundo de estirar su guardia, Etsu se lanzó al ataque, fiero y sin tregua. A Ranko apenas le dio tiempo de preparar su postura, pues la había relajado sin querer al hablar. Etsu se acercó con un salto y lanzó una patada. Con la adrenalina moviendo su cuerpo, la kunoichi movió su brazo izquierdo para bloquearla. Sabía que no podría esquivar un golpe directo de Etsu, y si lo había hecho en situaciones pasadas había sido gracias a movimientos que derivaban de otros.
Sin embargo, la patada no conectó. Ranko la vio pasar, como si fuese en cámara lenta, frente a sí, hasta fijarse al suelo. Sus ojos se levantaron para ver la pierna izquierda del chico, acercándosele después de la finta a toda velocidad.
”Oh.”
Recibió la patada verdadera en el esternón. Había sido la velocidad del acercamiento aunada a la velocidad de la finta lo que no había dejado a Ranko fijarse en las intenciones del Inuzuka.
”¡Espléndido!” pensó con el pecho adolorido y dando un paso hacia atrás por la fuerza del golpe.
Con una punzada en su torso, amortiguada por la ansia de pelea, Ranko no dudó en avanzar y contraatacar. Cerraría la brecha que había dejado al retroceder y lanzaría una patada con su zurda al pie de Etsu, especialmente si era la pierna que acababa de acertarle en el pecho. Le diese o no, aprovecharía el impulso de nuevo y giraría. Si bien no es sabio hacer muchas piruetas en una pelea para no darle al oponente tiempo para atacar, el Hakuto no Mai contaba con eso. El giro daría veloz continuación con un codazo derecho al rostro del ninja. Ranko intentaría poner la mirada más agresiva que pudiese (posiblemente sin buenos resultados) para acompañar la intención de aquel codazo: hacer que el oponente se distrajera con él y se colocara en la posición que ella deseaba.
Ranko finalizaría el giro con un tercer tiempo, al igual que un vals. Después del codazo seguiría una patada izquierda de nuevo, esta vez dirigida al costillar de Etsu. Todo el movimiento, si no era interrumpido de alguna manera, se vería fluido, tal como lo había descrito el luchador de las rastas: todo un baile.
Si bien la chica había ganado espíritu de combate y se sentía más confiada en atacar, había perdido algo de aliento, y no quitaba que Etsu golpeaba con más fuerza que ella. Asimismo, el chico parecía tener más conocimiento de Taijutsu que ella. Lo único que tenían a niveles iguales era la emoción de una buena pelea. Y las ganas de repetirla en cuanto se hubiesen recuperado de ésta.
Al igual que dos idiomas que transmiten el mismo mensaje con caracteres y nombres diferentes, Etsu mostró el nombre del suyo: Tekken.
”Suena poderoso y sencillo. Tan firme como su ejecución” pensó la de la trenza, con emoción. Al mencionar la fama del abuelo Inuzuka, Ranko intentó hacer memoria. Sí, había escuchado el apellido en otras ocasiones, pues su madre, Komachi, era adepta a estudiar y describir otros estilos de pelea, mientras que su padre, Kizaemon, era adepto a hablar sobre familias y clanes célebres. Ranko simplemente no había querido “ir de excursión” a otros dojos. Para ahorrarse un sinfín de pena y sonrojos, por supuesto.
—Lo… Lo siento. Creo que madre lo ha… lo ha mencionado. El dojo Inuzuka, quiero decir. Yo solo no sabía el nombre de su estilo. ¡Pero ahora nunca lo olvidaré!
Era curioso que ambos practicaran estilos familiares, con la diferencia de que el Tekken ganaba practicantes, estableciéndose tal vez como un camino sólido, mientras que el Hakuto no Mai solo era practicado por Komachi y Ranko. No es que fuese algo prohibido, sino que había sido su madre quien lo había desarrollado, por lo que, o bien ella no tenía intención de heredarlo más que a su hija, o bien no lo había pensado.
Después de un segundo de estirar su guardia, Etsu se lanzó al ataque, fiero y sin tregua. A Ranko apenas le dio tiempo de preparar su postura, pues la había relajado sin querer al hablar. Etsu se acercó con un salto y lanzó una patada. Con la adrenalina moviendo su cuerpo, la kunoichi movió su brazo izquierdo para bloquearla. Sabía que no podría esquivar un golpe directo de Etsu, y si lo había hecho en situaciones pasadas había sido gracias a movimientos que derivaban de otros.
Sin embargo, la patada no conectó. Ranko la vio pasar, como si fuese en cámara lenta, frente a sí, hasta fijarse al suelo. Sus ojos se levantaron para ver la pierna izquierda del chico, acercándosele después de la finta a toda velocidad.
”Oh.”
Recibió la patada verdadera en el esternón. Había sido la velocidad del acercamiento aunada a la velocidad de la finta lo que no había dejado a Ranko fijarse en las intenciones del Inuzuka.
”¡Espléndido!” pensó con el pecho adolorido y dando un paso hacia atrás por la fuerza del golpe.
Con una punzada en su torso, amortiguada por la ansia de pelea, Ranko no dudó en avanzar y contraatacar. Cerraría la brecha que había dejado al retroceder y lanzaría una patada con su zurda al pie de Etsu, especialmente si era la pierna que acababa de acertarle en el pecho. Le diese o no, aprovecharía el impulso de nuevo y giraría. Si bien no es sabio hacer muchas piruetas en una pelea para no darle al oponente tiempo para atacar, el Hakuto no Mai contaba con eso. El giro daría veloz continuación con un codazo derecho al rostro del ninja. Ranko intentaría poner la mirada más agresiva que pudiese (posiblemente sin buenos resultados) para acompañar la intención de aquel codazo: hacer que el oponente se distrajera con él y se colocara en la posición que ella deseaba.
Ranko finalizaría el giro con un tercer tiempo, al igual que un vals. Después del codazo seguiría una patada izquierda de nuevo, esta vez dirigida al costillar de Etsu. Todo el movimiento, si no era interrumpido de alguna manera, se vería fluido, tal como lo había descrito el luchador de las rastas: todo un baile.
Si bien la chica había ganado espíritu de combate y se sentía más confiada en atacar, había perdido algo de aliento, y no quitaba que Etsu golpeaba con más fuerza que ella. Asimismo, el chico parecía tener más conocimiento de Taijutsu que ella. Lo único que tenían a niveles iguales era la emoción de una buena pelea. Y las ganas de repetirla en cuanto se hubiesen recuperado de ésta.
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