9/03/2019, 22:01
—Ya, bueno... yo pienso que es genial también, pero no he llegado a conocerla tanto —respondió Daruu—. Pues, ¿sabes? Yui no es tan terrible como parece —añadió, y Ayame se estremeció de sólo escucharlo—. Sólo tiene... bueno, un pronto muy gordo. Pero cuando haces cosas que le gustan también reacciona de una manera similar. Ya sabes, algo así como: "¡muy bien, cojones, qué huevos tienes!" —teatralizó, flexionando un bíceps.
Ayame soltó una risilla, aunque enseguida recobró un gesto que mediaba entre lo alicaído y la incomodidad.
—Supongo que tienes razón... pero no he tenido demasiadas oportunidades para satisfacerla. Más bien lo contrario... —añadió, recordando todas las veces que la terrorífica Arashikage había descargado su ira contra ella. En una de ellas había estado incluso a punto de perder el cuello bajo su espada, y aquella vez ni siquiera había sido culpa suya.
—No sé. Yo creo... yo creo que llevan la aldea entre las dos —dijo Daruu, inclinándose hacia ella en la mesa—. Pero no digas que lo voy contando por ahí.
—Es cierto que son muy cercanas... —respondió ella, bajando la voz. De hecho, en alguna ocasión había llegado a pensar que Shanise y Yui parecían demasiado cercanas. Incluso para una relación entre líder y mano derecha.
—Oh, y ahora que lo... recuerdo —dijo Daruu, y su actitud cambió de repente: ya no estaba tan relajado como antes, sino que se había cruzado de brazos en una actitud defensiva y había apartado la mirada a un lado. Rehuía su mirada, y Ayame ladeó la cabeza con curiosidad—. Estuve con Uzumaki Eri. En Tanzaku Gai. En la cafetería esa de nombre tan ridículo. ¿Cómo era? ¿Teté?
«Oh, oh...» Ayame tembló de los pies a la cabeza.
—¿Y... q... qué tal...? —tartamudeó.
Porque Daruu no habría hecho ninguna tontería, ¿verdad? No le habría hecho nada a Eri, ¡¿verdad?!
Ayame soltó una risilla, aunque enseguida recobró un gesto que mediaba entre lo alicaído y la incomodidad.
—Supongo que tienes razón... pero no he tenido demasiadas oportunidades para satisfacerla. Más bien lo contrario... —añadió, recordando todas las veces que la terrorífica Arashikage había descargado su ira contra ella. En una de ellas había estado incluso a punto de perder el cuello bajo su espada, y aquella vez ni siquiera había sido culpa suya.
—No sé. Yo creo... yo creo que llevan la aldea entre las dos —dijo Daruu, inclinándose hacia ella en la mesa—. Pero no digas que lo voy contando por ahí.
—Es cierto que son muy cercanas... —respondió ella, bajando la voz. De hecho, en alguna ocasión había llegado a pensar que Shanise y Yui parecían demasiado cercanas. Incluso para una relación entre líder y mano derecha.
—Oh, y ahora que lo... recuerdo —dijo Daruu, y su actitud cambió de repente: ya no estaba tan relajado como antes, sino que se había cruzado de brazos en una actitud defensiva y había apartado la mirada a un lado. Rehuía su mirada, y Ayame ladeó la cabeza con curiosidad—. Estuve con Uzumaki Eri. En Tanzaku Gai. En la cafetería esa de nombre tan ridículo. ¿Cómo era? ¿Teté?
«Oh, oh...» Ayame tembló de los pies a la cabeza.
—¿Y... q... qué tal...? —tartamudeó.
Porque Daruu no habría hecho ninguna tontería, ¿verdad? No le habría hecho nada a Eri, ¡¿verdad?!