21/10/2015, 21:34
Hacía mucho tiempo que el joven Satoru no mantenía una conversación con algún par, con alguien que esté en sus mismas condiciones. Todos parecían vivir en otro mundo. Un mundo diferente al de Satoru, donde los hermanos se matan entre ellos... ¿Ese era el mundo dónde debía adaptarse? ¿Un mundo en el que se debe recurrir a la violencia?
La cabeza se le había muerto por unos instantes cuando la Kunoichi preguntó el propósito de meditar, y ahora que debía explicar porqué no sabía el significado... su mente estaba en blanco. "¿Porqué hacer algo que no sirve?" Había preguntado con otras palabras la pelirrroja que, atenta, jugaba la trenza del Shinobi.
Satoru guardó silenció y miró hacía arriba sin preocuparse de que capaz interrumpiera la manualidad que estaba haciendo la chica con su cabello. Derriba de él estaba la copa del gran árbol que se erigía delante de él. Una copa llena de hojas. En cierta forma se parecía a la aldea. Cada hoja es un aldeano y ese conjunto de hojas sería la aldea en sí. Pero había algo que unía a todas hojas; las ramas. Esas ramas eran las leyes que rigen la aldea, también las costumbres y tradiciones. Satoru, en esa gran copa de hojas, era la hoja que en ese mismo instante caía cerca de él. Al no poderse adaptar, la pobre hoja había muerto. ¿Acaso ese era el futuro de Satoru?
— ¿Porque bostezas? ¿Porque respiras? ¿Porque haces pis y caca? Esas son cosas con las que nacemos y aprendemos a hacer sin aprenderlas. ¿Es necesario conocer el porqué? Pues no. — Bajó la mirada y habló con la pelirroja. — Para mí meditar es lo mismo. No sé porqué lo hago, pero lo siento necesario. Aunque últimamente... — Mala suerte fue la del joven filosofo, ya que la chica lo interrumpió. Mas Satoru le agradeció inconscientemente; no era necesario profundizar temas que no venían a lugar. Fue en ese momento en que empezó a juguetear con la punta de la trenza, limpiandoce el rostro con la misma.
— ¿Es una Kunoichi? ¿Cómo yo? ¿Dónde consiguió esa bandana? — Se preguntaba mientras veía la inocencia de la aparente 'niña', que hacía notar la diferencia que notó entre su cabello y el del Satoru. Parecía ser que el de la pelirroja era más suave, cosa que le enseñó abofeteandolo con el mismo en la cara.
— Sí que es suave. — Rió mientras veía como la chica, llena de felicidad, tomaba un mechón de su cabello y jugueteaba con él.
La Kunoichi respondió a la pregunta de Satoru. Estaba paseando con su madre, la cual, Satoru supuso, se había ido a hacer algo. Fue por eso que ignoró el tema y calló. Luego la mujer dijo su nombre; "Ritsuko". Un nombre muy interesante, más para una mujer con la actitud de la chica. Satoru pensó que ambos, nombre y personalidad, no cuajaban. Pero quién sabe con que criterio se otorgan nombres en la jungla de concreto.
El bicho de la curiosidad, ese maldito insecto que causa estragos en la vida del Shinobi, le picó y le hizo crear una interogante. — Dime, Ritsuko-san, ¿eres una Kunoichi? — Preguntó, sonriendo e inclinando un poco su cuerpo debido a la diferencia de altura que había entre los dos.
La cabeza se le había muerto por unos instantes cuando la Kunoichi preguntó el propósito de meditar, y ahora que debía explicar porqué no sabía el significado... su mente estaba en blanco. "¿Porqué hacer algo que no sirve?" Había preguntado con otras palabras la pelirrroja que, atenta, jugaba la trenza del Shinobi.
Satoru guardó silenció y miró hacía arriba sin preocuparse de que capaz interrumpiera la manualidad que estaba haciendo la chica con su cabello. Derriba de él estaba la copa del gran árbol que se erigía delante de él. Una copa llena de hojas. En cierta forma se parecía a la aldea. Cada hoja es un aldeano y ese conjunto de hojas sería la aldea en sí. Pero había algo que unía a todas hojas; las ramas. Esas ramas eran las leyes que rigen la aldea, también las costumbres y tradiciones. Satoru, en esa gran copa de hojas, era la hoja que en ese mismo instante caía cerca de él. Al no poderse adaptar, la pobre hoja había muerto. ¿Acaso ese era el futuro de Satoru?
— ¿Porque bostezas? ¿Porque respiras? ¿Porque haces pis y caca? Esas son cosas con las que nacemos y aprendemos a hacer sin aprenderlas. ¿Es necesario conocer el porqué? Pues no. — Bajó la mirada y habló con la pelirroja. — Para mí meditar es lo mismo. No sé porqué lo hago, pero lo siento necesario. Aunque últimamente... — Mala suerte fue la del joven filosofo, ya que la chica lo interrumpió. Mas Satoru le agradeció inconscientemente; no era necesario profundizar temas que no venían a lugar. Fue en ese momento en que empezó a juguetear con la punta de la trenza, limpiandoce el rostro con la misma.
— ¿Es una Kunoichi? ¿Cómo yo? ¿Dónde consiguió esa bandana? — Se preguntaba mientras veía la inocencia de la aparente 'niña', que hacía notar la diferencia que notó entre su cabello y el del Satoru. Parecía ser que el de la pelirroja era más suave, cosa que le enseñó abofeteandolo con el mismo en la cara.
— Sí que es suave. — Rió mientras veía como la chica, llena de felicidad, tomaba un mechón de su cabello y jugueteaba con él.
La Kunoichi respondió a la pregunta de Satoru. Estaba paseando con su madre, la cual, Satoru supuso, se había ido a hacer algo. Fue por eso que ignoró el tema y calló. Luego la mujer dijo su nombre; "Ritsuko". Un nombre muy interesante, más para una mujer con la actitud de la chica. Satoru pensó que ambos, nombre y personalidad, no cuajaban. Pero quién sabe con que criterio se otorgan nombres en la jungla de concreto.
El bicho de la curiosidad, ese maldito insecto que causa estragos en la vida del Shinobi, le picó y le hizo crear una interogante. — Dime, Ritsuko-san, ¿eres una Kunoichi? — Preguntó, sonriendo e inclinando un poco su cuerpo debido a la diferencia de altura que había entre los dos.