18/03/2019, 23:20
Ambos pudieron concluir en una simple idea. No olvidarían el nombre del estilo de pelea del antagonista. Ya fuese por curiosidad como en el caso de Etsu, o de a saber qué movía a la chica a pensar de esa manera. Fuese cual fuese el motivo, todo importaba dos pimientos salvo el momento. El grandioso e intenso ahora. El baile de golpes que con dulzura y brusquedad se desenvolvía sobre el tatami, y en el cual el resto no importaba absolutamente nada. La sencillez del momento.
Ranko sostuvo su defensa bien alta, aunque pareció sorprenderse un poco ante el inminente ataque del rastas. Sin embargo, reaccionó bien y tomó una posición defensiva. Aguardó una patada directa por parte del Inuzuka, pero por desgracia cayó en la trampa que éste le había tramado. Todo había sido una buena treta en pos de acertar con una patada tras la finta. Sorprendida, no pudo si no contener el aire en el pecho y aguantar el impacto. El golpe fue duro, muy duro... tanto fue así, que la chica no pudo evitar retroceder un poco. Ni tan siquiera un quejido, en su rostro solo se dibujaba una sonrisa. Estaba tan emocionada como el chico, si no más.
El destino es caprichoso.
Apenas habiendo vuelto a tomar aire, la kunoichi se lanzó al ataque. Avanzó fiera, con una mirada intensa. Y sin pensarlo mucho, o quizás demasiado, lanzó una patada directa hacia la pierna que recién había golpeado en su torso. Etsu, atento a ello, alcanzó a estirar la misma pierna e interceptar la patada de la chica. Un bloqueo simple pero eficaz. Pero la acometida de la chica no había acabado, no señor. Con las mismas, giró sobre ella misma como eje, buscando golpear con el codo el rostro de Etsu.
«Ésta es mi oportunidad...»
No pudo evitar una ligera sonrisa, la cuál fue borrada de inmediato con el propio golpe. Un codazo directo en el careto, que sacó un gemido de dolor del Inuzuka. Pero éste aprovechó la circunstancia para tomar a la chica directamente por la cintura. Con una fuerza atroz, que la aprisionaba contra él.
—¡Inuzuka suplex!
Aprovechando que ella misma se había declinado por las distancias cortas en pos de golpear con el codo, el rastas no dudó en probar su técnica inventada. Esa técnica que había tenido el descaro de bautizar en parte con el apellido familiar, y que desafiaba el estilo formal del abuelo...
La levantaría con fuerza, y la levantaría, y la levantaría... tanto que pasó sobre él, y terminaría cayendo tras el rastas, golpeando contra el tatami con la cabeza. No es que se tratase de una gran técnica propiamente dicho, pero era simple y singular. Perfecta para éste tipo de ocasiones.
Para cuando soltara a la chica, y alzase de nuevo la guardia, se daría cuenta de un pequeño detalle. Habían unas cuantas gotas de sangre en el tatami. No dudó un solo segundo, la preocupación le invadió.
—¡Ranko! ¡Ranko! ¿¡estás bien!? —preguntó a toda prisa.
Con el fragor del combate, ni se había dado cuenta de que la sangre que estaba viendo no era de la chica, si no de él. El impacto de un codo en plena cara no es buena cosa... nunca lo es.
Ranko sostuvo su defensa bien alta, aunque pareció sorprenderse un poco ante el inminente ataque del rastas. Sin embargo, reaccionó bien y tomó una posición defensiva. Aguardó una patada directa por parte del Inuzuka, pero por desgracia cayó en la trampa que éste le había tramado. Todo había sido una buena treta en pos de acertar con una patada tras la finta. Sorprendida, no pudo si no contener el aire en el pecho y aguantar el impacto. El golpe fue duro, muy duro... tanto fue así, que la chica no pudo evitar retroceder un poco. Ni tan siquiera un quejido, en su rostro solo se dibujaba una sonrisa. Estaba tan emocionada como el chico, si no más.
El destino es caprichoso.
Apenas habiendo vuelto a tomar aire, la kunoichi se lanzó al ataque. Avanzó fiera, con una mirada intensa. Y sin pensarlo mucho, o quizás demasiado, lanzó una patada directa hacia la pierna que recién había golpeado en su torso. Etsu, atento a ello, alcanzó a estirar la misma pierna e interceptar la patada de la chica. Un bloqueo simple pero eficaz. Pero la acometida de la chica no había acabado, no señor. Con las mismas, giró sobre ella misma como eje, buscando golpear con el codo el rostro de Etsu.
«Ésta es mi oportunidad...»
No pudo evitar una ligera sonrisa, la cuál fue borrada de inmediato con el propio golpe. Un codazo directo en el careto, que sacó un gemido de dolor del Inuzuka. Pero éste aprovechó la circunstancia para tomar a la chica directamente por la cintura. Con una fuerza atroz, que la aprisionaba contra él.
—¡Inuzuka suplex!
Aprovechando que ella misma se había declinado por las distancias cortas en pos de golpear con el codo, el rastas no dudó en probar su técnica inventada. Esa técnica que había tenido el descaro de bautizar en parte con el apellido familiar, y que desafiaba el estilo formal del abuelo...
La levantaría con fuerza, y la levantaría, y la levantaría... tanto que pasó sobre él, y terminaría cayendo tras el rastas, golpeando contra el tatami con la cabeza. No es que se tratase de una gran técnica propiamente dicho, pero era simple y singular. Perfecta para éste tipo de ocasiones.
Para cuando soltara a la chica, y alzase de nuevo la guardia, se daría cuenta de un pequeño detalle. Habían unas cuantas gotas de sangre en el tatami. No dudó un solo segundo, la preocupación le invadió.
—¡Ranko! ¡Ranko! ¿¡estás bien!? —preguntó a toda prisa.
Con el fragor del combate, ni se había dado cuenta de que la sangre que estaba viendo no era de la chica, si no de él. El impacto de un codo en plena cara no es buena cosa... nunca lo es.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~