23/03/2019, 23:41
La reacción de Daruu fue mucho más drástica que la de Ayame. Y, sobre todo, violenta. Porque no se contentó con gritar, ni insultar a Kokuō, no. Daruu fue mucho más allá. Se había olvidado que aquella réplica con la apariencia de Ayame pero con ligeros cambios como el color de su pelo y sus ojos era en realidad un Bijū, una de las temibles nueve Bestias con Colas capaces de arrasar ciudades enteras (La Ciudad Fantasma era un mudo testigo de su poder), y se abalanzó sobre Kokuō con el puño por delante, dispuesto a golpearle.
—¡¡¡DARUU!!! —gritó Ayame, haciendo el amago de levantarse.
Pero no había manera de que llegara a tiempo para evitar lo que sucedió a continuación.
Kokuō se mantuvo sobre sus pies en todo momento y sólo se movió en el momento en el que el puño del muchacho iba a golpear su rostro. Se hizo a un lado, girando sobre sus propios talones y, utilizando el brazo de Daruu como apoyo, lo proyectó por encima de su hombro para estamparlo de espaldas contra el suelo.
—Sigue siendo tan bocazas como cuando habló conmigo en esa prisión, humano —siseó.
—¡¡¡DARUU!!! —gritó Ayame, haciendo el amago de levantarse.
Pero no había manera de que llegara a tiempo para evitar lo que sucedió a continuación.
Kokuō se mantuvo sobre sus pies en todo momento y sólo se movió en el momento en el que el puño del muchacho iba a golpear su rostro. Se hizo a un lado, girando sobre sus propios talones y, utilizando el brazo de Daruu como apoyo, lo proyectó por encima de su hombro para estamparlo de espaldas contra el suelo.
—Sigue siendo tan bocazas como cuando habló conmigo en esa prisión, humano —siseó.