25/03/2019, 12:25
—Sí, sí —la cortó Daruu, agitando una mano en el aire con los ojos cerrados—. Está claro que te sabes la teoría. La básica. Pero te hablo de los fundamentos.
Ayame le miró sin comprender, pero él no tardó en explicarse:
—Para esta técnica no firmas ningún contrato con nadie. Como si invocases un objeto cualquiera; en ese caso tienes que visualizar el objeto en el lugar donde ejecutas el jutsu y a donde suministras el chakra. Vale, pero en este caso es un poco más complicado. Tienes que visualizarte a ti EN EL LUGAR donde te quieres invocar. Y tienes que llamarte a ti mismo. Llamar a... tu propio chakra —Daruu debió de percibir la mirada perpleja que le estaba dirigiendo Ayame, porque se encogió de hombros—. Sé que suena extraño, Ayame, lo siento, pero esto no es un simple Bunshin no Jutsu —Le guió un ojo, en una clara referencia a la primera vez que los dos habían entrenado juntos.
—¡Ojalá fuera tan fácil! —respondió Ayame, sonriendo para sí. Había pasado tanto desde aquel entonces cuando ella ni siquiera era capaz de invocar una simple réplica ilusoria...
—Ven, mira —Daruu se dio la vuelta y se dirigió a la misma roca sobre la que había estado apoyado. Sin pensárselo dos veces, se mordió el dedo pulgar, tal y como había visto a su padre y hermano hacer tantas veces, pero él dibujó con su sangre el ideograma "Caramelo" en la roca—. Para invocarte a un lugar necesitas dos cosas: imaginarte a ti misma en ese lugar, pero con una exactitud bastante decente... y que haya un rastro de tu sangre en ese lugar. Como cuando invocas a un animal y ofreces tu sangre, sólo que en este caso te transportas a ti misma a una ofrenda ya existente. Da igual que el rastro esté seco, pero en ese caso tienes que hacer una buena marca. No pongo el ideograma por casualidad. Tiene que ser algo que puedas imaginar muy bien, en mi caso es el primer ideograma de mi nombre —volvió a encogerse de hombros—. La cosa es: es muy fácil imaginarte, en medio de un combate, en una posición donde sepas que está tu sangre. Al lado de un enemigo —si te corta con su espada— o en su espalda —si le has marcado a propósito—; porque evidentemente tienes un recuerdo reciente para completar tu visualización aunque tú estés dentro de una nube de humo, ¿vale?
Y Ayame asintió. Aunque lo cierto era que comenzaba a sentirse algo mareada con tanta explicación.
—Pero si tienes que invocarte a un lugar lejano, es complicado imaginarte todos los detalles de ese lugar en concreto. Es mejor si recuerdas un sitio exacto, y si el rastro de sangre lo haces con una marca que te sea extremadamente fácil de visualizar en la mente... puedes reconstruir más o menos el lugar señalado y la técnica del Kuchiyose no Jutsu hará el resto. Serás atraída a ese rastro en concreto, y no a cualquier otro. ¿Entiendes? Otra cosa es ya aterrizar de pie. A mi me llevó meses... ya lo sabes.
—Creo... creo que lo entiendo... —murmuró ella, en voz baja. Sus ojos viajaban del ideograma de sangre que Daruu había dibujado en la roca al propio cuerpo del muchacho. Le resultaba extremadamente difícil imaginar la posibilidad de poder teletransportarse sin más a la posición de aquel kanji; pero, como siempre, no podía poner en cuestión la magia del chakra. Ayame inspiró por la nariz y alzó ambos hombros—. Entonces... ¿qué debo hacer? Aparte del tema de la sangre y la imaginación y eso, quiero decir.
Ayame le miró sin comprender, pero él no tardó en explicarse:
—Para esta técnica no firmas ningún contrato con nadie. Como si invocases un objeto cualquiera; en ese caso tienes que visualizar el objeto en el lugar donde ejecutas el jutsu y a donde suministras el chakra. Vale, pero en este caso es un poco más complicado. Tienes que visualizarte a ti EN EL LUGAR donde te quieres invocar. Y tienes que llamarte a ti mismo. Llamar a... tu propio chakra —Daruu debió de percibir la mirada perpleja que le estaba dirigiendo Ayame, porque se encogió de hombros—. Sé que suena extraño, Ayame, lo siento, pero esto no es un simple Bunshin no Jutsu —Le guió un ojo, en una clara referencia a la primera vez que los dos habían entrenado juntos.
—¡Ojalá fuera tan fácil! —respondió Ayame, sonriendo para sí. Había pasado tanto desde aquel entonces cuando ella ni siquiera era capaz de invocar una simple réplica ilusoria...
—Ven, mira —Daruu se dio la vuelta y se dirigió a la misma roca sobre la que había estado apoyado. Sin pensárselo dos veces, se mordió el dedo pulgar, tal y como había visto a su padre y hermano hacer tantas veces, pero él dibujó con su sangre el ideograma "Caramelo" en la roca—. Para invocarte a un lugar necesitas dos cosas: imaginarte a ti misma en ese lugar, pero con una exactitud bastante decente... y que haya un rastro de tu sangre en ese lugar. Como cuando invocas a un animal y ofreces tu sangre, sólo que en este caso te transportas a ti misma a una ofrenda ya existente. Da igual que el rastro esté seco, pero en ese caso tienes que hacer una buena marca. No pongo el ideograma por casualidad. Tiene que ser algo que puedas imaginar muy bien, en mi caso es el primer ideograma de mi nombre —volvió a encogerse de hombros—. La cosa es: es muy fácil imaginarte, en medio de un combate, en una posición donde sepas que está tu sangre. Al lado de un enemigo —si te corta con su espada— o en su espalda —si le has marcado a propósito—; porque evidentemente tienes un recuerdo reciente para completar tu visualización aunque tú estés dentro de una nube de humo, ¿vale?
Y Ayame asintió. Aunque lo cierto era que comenzaba a sentirse algo mareada con tanta explicación.
—Pero si tienes que invocarte a un lugar lejano, es complicado imaginarte todos los detalles de ese lugar en concreto. Es mejor si recuerdas un sitio exacto, y si el rastro de sangre lo haces con una marca que te sea extremadamente fácil de visualizar en la mente... puedes reconstruir más o menos el lugar señalado y la técnica del Kuchiyose no Jutsu hará el resto. Serás atraída a ese rastro en concreto, y no a cualquier otro. ¿Entiendes? Otra cosa es ya aterrizar de pie. A mi me llevó meses... ya lo sabes.
—Creo... creo que lo entiendo... —murmuró ella, en voz baja. Sus ojos viajaban del ideograma de sangre que Daruu había dibujado en la roca al propio cuerpo del muchacho. Le resultaba extremadamente difícil imaginar la posibilidad de poder teletransportarse sin más a la posición de aquel kanji; pero, como siempre, no podía poner en cuestión la magia del chakra. Ayame inspiró por la nariz y alzó ambos hombros—. Entonces... ¿qué debo hacer? Aparte del tema de la sangre y la imaginación y eso, quiero decir.