25/03/2019, 21:01
Él asintió.
—Prueba primero con un rastro fresco que puedas ver, es más fácil imaginarte a ti misma en un punto que estás siguiendo con la mirada —explicó—. Con una simple gota basta.
«Acabas de decir "imaginar".» Se dijo Ayame, entrecerrando los ojos. Nuevamente, no lo expresó en voz alta.
Mientras tanto, Daruu había sacado un kunai y se pinchó en un lateral de la mano. Unas gotas de sangre mancharon el filo metálico y fue entonces cuando lo arrojó hacia delante.
—Ahora hago los sellos, y me visualizo a mí mismo en el punto donde está el kunai. —Sus manos se entrelazaron en la secuencia de sellos que le había descrito anteriormente y, con una última palmada, el shinobi desapareció sin dejar rastro.
Más allá, en la posición del kunai arrojado, estalló una súbita nube de humo. Y Daruu apareció tras ella, haciendo girar el kunai con el dedo metido dentro de la anilla con arrogancia.
—No es fácil. No te frustres si no consigues hacerlo medianamente bien en semanas.
Pero Ayame frunció los labios en un mohín.
—¡Bah! ¡Lo conseguiré en una semana! —apostó, sacando ella misma un kunai.
Tal y como había hecho Daruu anteriormente, se pinchó en el dedo pulgar y dejó que el acero bebiera de su sangre con una ligera mueca de dolor. Después arrojó el kunai contra la roca más cercana, donde quedó perfectamente clavado, y comenzó a entrelazar las manos mientras se concentraba, tratando de visualizarse a sí misma en el mismo lugar donde había arrojado su arma.
«La mecánica no es tan distinta de la Técnica de Transformación.» Se dijo, confiada.
Carnero, Mono, Perro, Pájaro, Jabalí... ¡Palmada!
Un repentino destello carmesí la envolvió, y Ayame cerró los ojos instintivamente.
—¡Lo logré! —gritó, extendiendo ambos brazos al cielo...
Justamente desde la misma posición donde estaba hasta hacía unos instantes.
—Prueba primero con un rastro fresco que puedas ver, es más fácil imaginarte a ti misma en un punto que estás siguiendo con la mirada —explicó—. Con una simple gota basta.
«Acabas de decir "imaginar".» Se dijo Ayame, entrecerrando los ojos. Nuevamente, no lo expresó en voz alta.
Mientras tanto, Daruu había sacado un kunai y se pinchó en un lateral de la mano. Unas gotas de sangre mancharon el filo metálico y fue entonces cuando lo arrojó hacia delante.
—Ahora hago los sellos, y me visualizo a mí mismo en el punto donde está el kunai. —Sus manos se entrelazaron en la secuencia de sellos que le había descrito anteriormente y, con una última palmada, el shinobi desapareció sin dejar rastro.
Más allá, en la posición del kunai arrojado, estalló una súbita nube de humo. Y Daruu apareció tras ella, haciendo girar el kunai con el dedo metido dentro de la anilla con arrogancia.
—No es fácil. No te frustres si no consigues hacerlo medianamente bien en semanas.
Pero Ayame frunció los labios en un mohín.
—¡Bah! ¡Lo conseguiré en una semana! —apostó, sacando ella misma un kunai.
Tal y como había hecho Daruu anteriormente, se pinchó en el dedo pulgar y dejó que el acero bebiera de su sangre con una ligera mueca de dolor. Después arrojó el kunai contra la roca más cercana, donde quedó perfectamente clavado, y comenzó a entrelazar las manos mientras se concentraba, tratando de visualizarse a sí misma en el mismo lugar donde había arrojado su arma.
«La mecánica no es tan distinta de la Técnica de Transformación.» Se dijo, confiada.
Carnero, Mono, Perro, Pájaro, Jabalí... ¡Palmada!
Un repentino destello carmesí la envolvió, y Ayame cerró los ojos instintivamente.
—¡Lo logré! —gritó, extendiendo ambos brazos al cielo...
Justamente desde la misma posición donde estaba hasta hacía unos instantes.