26/03/2019, 05:11
"Oh por favor, ¿acaso soy el único que no sabe usar clones sólidos?" Primero Riko, ahora Datsue. "Bueno, por lo menos su actitud melodramática es bastante convincente." Se decía a sí mismo. "Ese larguirucho es peligroso, pero luego de lo ocurrido creo que Datsue sabrá manejarlo." Observaba de reojo al doctor, puesto que aunque tuviera los ojos cerrados era difícil esconder su respiración con semejante panza.
Asobu no se movió ante las palabras del Uchiha, al menos no en inicio.
—Lo que me pides es algo muy difícil para mí...— Seguía con su numerito de congoja.
—¿Cómo te atreves...?— Masculló. Bandō era una olla de presión con una importante fuga en estos momentos. Estaba enrojecido de la cólera, con todas las ganas del mundo de degollar a ese farsante hipócrita. Le costaba horrores aguantar tal y cómo los shinobi lo hacían. Esperaba, porque nadie iba a arrebatarle la dicha de destrozarle aquella carita de ángel a soberano hijo de puta hasta que vomitara sangre igual a la que él derramó. —Cómo...
Y sin embargo, cuando el Uchiha le susurró en el oído al enfermero, este último abrió los ojos cómo platos y le volteó a ver confuso y tartamudeando sin decir algo realmente conexo. ¿Cómo demonios había descubierto algo así? ¿Acaso descubrieron de alguna forma sus planes? No, era imposible. Se aseguró de no dejar casi ninguna pista, de falsificar las pruebas de las que sí y de desviar la atención de su persona. ¿Y si se había confiado? Imposible, el nunca descuidaba los detalles y se encargaba de que todo pareciera casualidad. No importaba que supieran que guardaba relación la causa de muerte, pero no podían saber que fue él. Debía corroborarlo, y ya luego si eso... Estaba muy jodido.
—¿¡Qué!?— Dijo aún con lágrimas de cocodrilo. —¿Co-como llegaste a esa conclusión?— Negó con la cabeza y sus ojitos de cachorrito. Sabía muy bien cómo aprovechar aquel rostro angelical y aspecto frágil.
Asobu no se movió ante las palabras del Uchiha, al menos no en inicio.
—Lo que me pides es algo muy difícil para mí...— Seguía con su numerito de congoja.
—¿Cómo te atreves...?— Masculló. Bandō era una olla de presión con una importante fuga en estos momentos. Estaba enrojecido de la cólera, con todas las ganas del mundo de degollar a ese farsante hipócrita. Le costaba horrores aguantar tal y cómo los shinobi lo hacían. Esperaba, porque nadie iba a arrebatarle la dicha de destrozarle aquella carita de ángel a soberano hijo de puta hasta que vomitara sangre igual a la que él derramó. —Cómo...
Y sin embargo, cuando el Uchiha le susurró en el oído al enfermero, este último abrió los ojos cómo platos y le volteó a ver confuso y tartamudeando sin decir algo realmente conexo. ¿Cómo demonios había descubierto algo así? ¿Acaso descubrieron de alguna forma sus planes? No, era imposible. Se aseguró de no dejar casi ninguna pista, de falsificar las pruebas de las que sí y de desviar la atención de su persona. ¿Y si se había confiado? Imposible, el nunca descuidaba los detalles y se encargaba de que todo pareciera casualidad. No importaba que supieran que guardaba relación la causa de muerte, pero no podían saber que fue él. Debía corroborarlo, y ya luego si eso... Estaba muy jodido.
—¿¡Qué!?— Dijo aún con lágrimas de cocodrilo. —¿Co-como llegaste a esa conclusión?— Negó con la cabeza y sus ojitos de cachorrito. Sabía muy bien cómo aprovechar aquel rostro angelical y aspecto frágil.