26/03/2019, 22:39
Después de salvar la situación de forma totalmente inesperada para la chica de ojos de fuego y de rubricar su actuación con la frase más molona que había —a la muchacha casi se le caen las bragas—, Ayame se deslizó por la trampilla para aguardar dentro del armario a que el ayudante de Don Prodigio la descubriese.
El público irrumpió en un intenso pero breve aplauso cuando el prestidigitador realizó un florido gesto con su brazo diestro y una reverencia que agitó los bajos de la capa de mago como si de un sudario carmesí se tratase. Luego, Don Prodigio indicó a Ayame que saliera del armario y se acercara a él, tomándola de la muñeca y tirando de ella para sugerirle que hiciese otra reverencia al público, que casi había dejado de aplaudir y ahora simplemente les observaba con expectación. «Hmpf, un público exigente... ¡Que mi santa abuela me hinche a callos! Voy a tener que sacar la artillería pesada. Muy bien, incrédulos ingratos, vosotros lo habéis querido. ¡Se os van a caer los calzones con mi próximo número!»
Don Prodigio dió un par de indicaciones a sus ayudantes, que comenzaron a empujar los armarios hasta juntarlos, lado con lado, en el centro exacto del escenario. Una vez allí, cada uno de ellos se introdujo en uno de los roperos y cerró la puerta; el sonido de bisagras, chasquidos y demás daba a entender que estaban preparando algo. Mientras, Don Prodigio hacía lo que mejor se le daba —quería pensar él— y entretenía al público, y a Ayame, con su verborrea.
—¡Ah, pero esto no es todo, mi estimado público! ¡Las fuerzas arcanas del Éter no sólo pueden ser usadas para transportar a una persona de un lugar a otro en menos que canta un gallo, no señor! ¡Ahora, prepárense para ir... MÁS ALLÁ! —anunció a viva voz, realizando un giro de trescientos sesenta grados y revoloteando su capa al mismo tiempo, como si de un molinillo rojo se tratase—. ¡Gracias a la asombrosa Duplicación Intercalada Mediante Gigaelectrones de Don Prodigio, una persona puede desdoblarse en dos copias idénticas de sí misma!
Aquel anuncio arrancó algunos "ooh" entre el público, aunque un tanto tenues. Estaba claro que aquella hornada de espectadores eran crédulos hasta cierto punto, y que no iban a entregarle su ilusión al primer tipo con capa que apareciese por allí. Don Prodigio se limitó a indicar a Ayame que entrara de nuevo en los armarios... Que ahora eran uno. Los ayudantes habían juntado ambos roperos, uniéndolos como dos amantes, y al abrir ahora las puertas de doble hoja, la kunoichi pudo ver que el interior era en efecto el de ambos armarios combinados.
—¡Prepárense, buenas gentes, para presenciar el poder de las energías del Arcanum!
Los ayudantes cerraron las puertas del ahora enorme armario y Ayame quedó sola de nuevo. Sin embargo, pronto la parte de atrás se abrió con un chasquido —sin que el público pudiera verlo, claro— y los dos muchachos abrieron las tablas del fondo de armario como si de unas puertas más se tratasen. La chica de ojos anaranjados se escabulló por una trampilla situada en el suelo del escenario, para pasarles unos cuantos espejos del tamaño de los tablones de madera que conformaban el fondo del armario... Con tan mala suerte que uno de los espejos resbaló de sus manos, cayó por la trampilla y se hizo añicos contra el suelo de la plaza.
—¡Mierda, joder, coño! —maldijo en susurros. Los dos ayudantes le lanzaron miradas asesinas, pero no abrieron la boca—. ¿No podéis hacer el truco con un espejo de menos? —quiso saber ella, a lo que ambos se negaron.
—Con un espejo de menos el reflejo no parecerá lo suficientemente convincente —respondió uno de ellos—. Eso, eso —secundó el otro—. Para que parezca que hay dos chicas cuando las puertas del armario se abran, todos los espejos deben estar perfectamente colocados y sincronizados...
Al otro lado de aquel subterfugio, Don Prodigio se estaba quedando sin recursos dramáticos que lanzar a su público.
«OOOOOOOOOHHHH»
El público irrumpió en un intenso pero breve aplauso cuando el prestidigitador realizó un florido gesto con su brazo diestro y una reverencia que agitó los bajos de la capa de mago como si de un sudario carmesí se tratase. Luego, Don Prodigio indicó a Ayame que saliera del armario y se acercara a él, tomándola de la muñeca y tirando de ella para sugerirle que hiciese otra reverencia al público, que casi había dejado de aplaudir y ahora simplemente les observaba con expectación. «Hmpf, un público exigente... ¡Que mi santa abuela me hinche a callos! Voy a tener que sacar la artillería pesada. Muy bien, incrédulos ingratos, vosotros lo habéis querido. ¡Se os van a caer los calzones con mi próximo número!»
Don Prodigio dió un par de indicaciones a sus ayudantes, que comenzaron a empujar los armarios hasta juntarlos, lado con lado, en el centro exacto del escenario. Una vez allí, cada uno de ellos se introdujo en uno de los roperos y cerró la puerta; el sonido de bisagras, chasquidos y demás daba a entender que estaban preparando algo. Mientras, Don Prodigio hacía lo que mejor se le daba —quería pensar él— y entretenía al público, y a Ayame, con su verborrea.
—¡Ah, pero esto no es todo, mi estimado público! ¡Las fuerzas arcanas del Éter no sólo pueden ser usadas para transportar a una persona de un lugar a otro en menos que canta un gallo, no señor! ¡Ahora, prepárense para ir... MÁS ALLÁ! —anunció a viva voz, realizando un giro de trescientos sesenta grados y revoloteando su capa al mismo tiempo, como si de un molinillo rojo se tratase—. ¡Gracias a la asombrosa Duplicación Intercalada Mediante Gigaelectrones de Don Prodigio, una persona puede desdoblarse en dos copias idénticas de sí misma!
Aquel anuncio arrancó algunos "ooh" entre el público, aunque un tanto tenues. Estaba claro que aquella hornada de espectadores eran crédulos hasta cierto punto, y que no iban a entregarle su ilusión al primer tipo con capa que apareciese por allí. Don Prodigio se limitó a indicar a Ayame que entrara de nuevo en los armarios... Que ahora eran uno. Los ayudantes habían juntado ambos roperos, uniéndolos como dos amantes, y al abrir ahora las puertas de doble hoja, la kunoichi pudo ver que el interior era en efecto el de ambos armarios combinados.
—¡Prepárense, buenas gentes, para presenciar el poder de las energías del Arcanum!
Los ayudantes cerraron las puertas del ahora enorme armario y Ayame quedó sola de nuevo. Sin embargo, pronto la parte de atrás se abrió con un chasquido —sin que el público pudiera verlo, claro— y los dos muchachos abrieron las tablas del fondo de armario como si de unas puertas más se tratasen. La chica de ojos anaranjados se escabulló por una trampilla situada en el suelo del escenario, para pasarles unos cuantos espejos del tamaño de los tablones de madera que conformaban el fondo del armario... Con tan mala suerte que uno de los espejos resbaló de sus manos, cayó por la trampilla y se hizo añicos contra el suelo de la plaza.
—¡Mierda, joder, coño! —maldijo en susurros. Los dos ayudantes le lanzaron miradas asesinas, pero no abrieron la boca—. ¿No podéis hacer el truco con un espejo de menos? —quiso saber ella, a lo que ambos se negaron.
—Con un espejo de menos el reflejo no parecerá lo suficientemente convincente —respondió uno de ellos—. Eso, eso —secundó el otro—. Para que parezca que hay dos chicas cuando las puertas del armario se abran, todos los espejos deben estar perfectamente colocados y sincronizados...
Al otro lado de aquel subterfugio, Don Prodigio se estaba quedando sin recursos dramáticos que lanzar a su público.