28/03/2019, 17:10
De nuevo la mala suerte se cebaba con aquella compañía de humildes artistas itinerantes... ¡Y de nuevo Aotsuki Ayame salvaba el día! Aunque ellos no lo sabían, ni los ayudantes ni la chica de ojos de fuego, aquella kunoichi era capaz de replicarse a sí misma con una aparente facilidad que podía resultar incluso insultante para el tinglado tan engorroso que ellos tenían que montar. Dos armarios convenientemente modificados para poder añadir varias placas de espejos bien especiales a su parte trasera, un voluntario colaborativo... Nada de eso era necesario, pues la amejin lo sustituyó por un sello y su conocimiento del manejo del chakra; que para aquellos, era más impresionante que cualquier tipo de magia que se hubieran podido imaginar. Así, cuando una segunda Ayame apareció junto a la original, no un burdo reflejo sino lo que parecía una persona de carne y hueso, a los tres jóvenes casi se les desencaja la mandíbula de la sorpresa.
—¿Pero c... cómo... Cómo has hecho eso? —balbuceó la mulata.
Los dos ayudantes estaban demasiado perplejos para decir nada, pero rápidamente entendieron que una oportunidad así no se presentaba todos los días. Con presteza indicaron a las dos Ayames que se quedaran quietas, mirando hacia donde se suponía que estaba el público, y luego se apresuraron a volver a colocar las tablas traseras del armario en su lugar. La muchacha volvió a verse envuelta por la oscuridad —aunque esta vez en compañía—, y pudo escuchar a Don Prodigio anunciando con gran pompa y ceremonia que el truco estaba a punto de revelarse.
¡Zas! Las puertas del armario se abrieron de golpe y la luz cegó momentáneamente a ambas kunoichis.
—¡Observad, estimados espectadores! ¡Contemplad con vuestros propios ojos el poder de las energías Cósmicas que he convocado aquí! —se regocijó, exultante, el prestidigitador—. ¡Ahora, del mismo modo que he separado a esta muchacha en dos mitades idénticas, volveré a unirlas para restaurar el orden mágico del Universo! No queremos que el propio tejido de la realidad etérea quede desgarrado, ¿verdad?
Luego sus ayudantes volvieron a cerrar las puertas del armario y esperaron con evidente cara de "no sé si lo que ha hecho esta chica es reversible". Rezando para que la muchacha hubiera deshecho aquel desdoblamiento, volvieron a abrirlas unos instantes después. Y allí estaba...
—¿Pero c... cómo... Cómo has hecho eso? —balbuceó la mulata.
Los dos ayudantes estaban demasiado perplejos para decir nada, pero rápidamente entendieron que una oportunidad así no se presentaba todos los días. Con presteza indicaron a las dos Ayames que se quedaran quietas, mirando hacia donde se suponía que estaba el público, y luego se apresuraron a volver a colocar las tablas traseras del armario en su lugar. La muchacha volvió a verse envuelta por la oscuridad —aunque esta vez en compañía—, y pudo escuchar a Don Prodigio anunciando con gran pompa y ceremonia que el truco estaba a punto de revelarse.
¡Zas! Las puertas del armario se abrieron de golpe y la luz cegó momentáneamente a ambas kunoichis.
—¡Observad, estimados espectadores! ¡Contemplad con vuestros propios ojos el poder de las energías Cósmicas que he convocado aquí! —se regocijó, exultante, el prestidigitador—. ¡Ahora, del mismo modo que he separado a esta muchacha en dos mitades idénticas, volveré a unirlas para restaurar el orden mágico del Universo! No queremos que el propio tejido de la realidad etérea quede desgarrado, ¿verdad?
Luego sus ayudantes volvieron a cerrar las puertas del armario y esperaron con evidente cara de "no sé si lo que ha hecho esta chica es reversible". Rezando para que la muchacha hubiera deshecho aquel desdoblamiento, volvieron a abrirlas unos instantes después. Y allí estaba...