28/03/2019, 18:01
—Ninguno de nosotros estaba preparado ante los Generales —replicó Daruu tras ella—. Aún así, aunque lo hayamos pasado mal, míranos. Mírate. Has ayudado a Kokuō. ¿Eso también ha sido inútil?
Ayame no respondió. Daruu y Bijū intercambiaron una mirada, pero él apartó enseguida la suya.
—No, no me equivoco, Ayame. Si fuiste una estúpida que se dejó llevar por el idiota de Uchiha Datsue es porque no sabes sondearte a ti misma, averiguar en qué estado estás, y reaccionar en consecuencia. Como ahora. Si Yui-sama no te hace chuunin no es porque te capturaran los Generales, es porque si puedes arriesgar, tú arriesgas, tú te lanzas.
Ayame se reincorporó con un gruñido, pero siguió dándoles la espalda. Le habría gustado rebatir aquello, asegurarles que todo aquello había cambiado con el exhaustivo entrenamiento al que se había visto sometida después del Examen, a modo de castigo.
—¿Quieres saber lo importante que es conocer tus limitaciones? ¿Quieres aprender de mi? Agoté todo mi chakra en aquella playa de Amegakure sólo para lucirme utilizando esta técnica. En una pelea de entrenamiento. Y eso me impidió hacer nada. Y perdí una parte de mi que jamás voy a recuperar.
A Ayame le costó algunos segundos darse cuenta de que Daruu estaba hablando del momento en el que perdió sus ojos.
«No. No los perdió.» Se corrigió mentalmente. «Esa... víbora... se los robó.»
—Así que escúchame, escucha a Kokuō cuando te habla, y deja de frustrarte, enfadarte y dejarte llevar por lloros; y haz caso si te decimos que pares porque te vas a hacer daño. Porque algún día, algo malo pasará por insistir y arriesgar, y entonces sí que vas a lamentarlo.
—Creo que es la primera vez que oigo a un humano aconsejar que escuche a un Bijū... —comentó Kokuō, con cierta diversión.
Y Ayame dejó escapar un largo y tendido suspiro, tratando de serenarse. Fue entonces cuando escuchó los pasos de Daruu, alejándose, y no supo qué hacer. Seguir intentando realizar aquella técnica sería un suicidio para ella, su cuerpo no aguantaría tanto esfuerzo.
—¡Daruu! —le llamó, girándose hacia él—. ¿Cómo vas con el Genjutsu?
Ayame no respondió. Daruu y Bijū intercambiaron una mirada, pero él apartó enseguida la suya.
—No, no me equivoco, Ayame. Si fuiste una estúpida que se dejó llevar por el idiota de Uchiha Datsue es porque no sabes sondearte a ti misma, averiguar en qué estado estás, y reaccionar en consecuencia. Como ahora. Si Yui-sama no te hace chuunin no es porque te capturaran los Generales, es porque si puedes arriesgar, tú arriesgas, tú te lanzas.
Ayame se reincorporó con un gruñido, pero siguió dándoles la espalda. Le habría gustado rebatir aquello, asegurarles que todo aquello había cambiado con el exhaustivo entrenamiento al que se había visto sometida después del Examen, a modo de castigo.
—¿Quieres saber lo importante que es conocer tus limitaciones? ¿Quieres aprender de mi? Agoté todo mi chakra en aquella playa de Amegakure sólo para lucirme utilizando esta técnica. En una pelea de entrenamiento. Y eso me impidió hacer nada. Y perdí una parte de mi que jamás voy a recuperar.
A Ayame le costó algunos segundos darse cuenta de que Daruu estaba hablando del momento en el que perdió sus ojos.
«No. No los perdió.» Se corrigió mentalmente. «Esa... víbora... se los robó.»
—Así que escúchame, escucha a Kokuō cuando te habla, y deja de frustrarte, enfadarte y dejarte llevar por lloros; y haz caso si te decimos que pares porque te vas a hacer daño. Porque algún día, algo malo pasará por insistir y arriesgar, y entonces sí que vas a lamentarlo.
—Creo que es la primera vez que oigo a un humano aconsejar que escuche a un Bijū... —comentó Kokuō, con cierta diversión.
Y Ayame dejó escapar un largo y tendido suspiro, tratando de serenarse. Fue entonces cuando escuchó los pasos de Daruu, alejándose, y no supo qué hacer. Seguir intentando realizar aquella técnica sería un suicidio para ella, su cuerpo no aguantaría tanto esfuerzo.
—¡Daruu! —le llamó, girándose hacia él—. ¿Cómo vas con el Genjutsu?