30/03/2019, 23:13
Nada más escuchar la voz de Zetsuo, Daruu se quedó tan rígido como una tabla de madera y el color escapó de su rostro hasta dejarlo tan blanco como la piel de Kōri. Ayame quiso reír; pero, de un momento a otro, el muchacho se desplomó de golpe.
—¡Daruu! ¡Daruu! —exclamó Ayame, abalanzándose sobre el cuerpo de su pareja. Le dio la vuelta para dejarlo boca arriba y le dio un par de palmaditas en las mejillas—. ¡Daruu! ¿Estás bien? ¡Despierta!
—Si quiere puedo despertarlo yo —dijo Kokuō, a sus espaldas. Se había acercado sumida en un misterioso silencio, y una divertida sonrisa curvaba sus labios.
—¡Daruu! ¡Daruu! —exclamó Ayame, abalanzándose sobre el cuerpo de su pareja. Le dio la vuelta para dejarlo boca arriba y le dio un par de palmaditas en las mejillas—. ¡Daruu! ¿Estás bien? ¡Despierta!
—Si quiere puedo despertarlo yo —dijo Kokuō, a sus espaldas. Se había acercado sumida en un misterioso silencio, y una divertida sonrisa curvaba sus labios.