31/03/2019, 13:25
Daruu dejó de zarandear a Ayame en cuanto se dio cuenta del engaño sufrido. Soltó a la aturdida muchacha, que se tambaleó peligrosamente después de tanto meneo, y se enfrentó a Kokuō con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre el pecho. Ella le sostenía la mirada, con una sonrisa de suficiencia y la barbilla levantada con dignidad pese a que Daruu era algo más alto que ella. Al final fue él quien se dio la vuelta y echó a caminar.
—Te crees muy graciosa, ¿eh, pentacola?
Ayame se dejó caer de culo sobre la hierba, agotada.
«Allá van otra vez...» Suspiró al cielo.
—Al menos parece que tengo más sentido del humor que usted, monocola —rio Kokuō.
Y Ayame se volvió hacia ella con los ojos abiertos como platos. ¡¿Qué demoniso acababa de llamarle?!
—Te crees muy graciosa, ¿eh, pentacola?
Ayame se dejó caer de culo sobre la hierba, agotada.
«Allá van otra vez...» Suspiró al cielo.
—Al menos parece que tengo más sentido del humor que usted, monocola —rio Kokuō.
Y Ayame se volvió hacia ella con los ojos abiertos como platos. ¡¿Qué demoniso acababa de llamarle?!