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Ayame, sin embargo, estalló en una risa que la arrojó al suelo como a él antes. Daruu se cruzó de brazos, enfurruñado. En el fondo sabía que desde fuera había tenido que ser gracioso, y aún así no le sentó bien.
—No... ¡No lo decía de forma literal, bobo! —le dijo, limpiándose las lágrimas—. Tienes que imaginar con mucha fuerza que la voz no sale de tu boca, sino de otro lugar.
Levantó una ceja. Suspiró, y volvió a juntar las manos en el sello del Pájaro. Nuevamente, volvió a mirar a los labios de Ayame.
—Ñiñiñiñiñi, soy el aguuaaaaa —se burló, con una sonrisa. La mitad de la frase salió de sus labios, pero la parte clave salió de los de Ayame—. ¡Toma ya! ¡Casi! —exclamó el muchacho, dando un brinquito y cerrando el puño.
—No... ¡No lo decía de forma literal, bobo! —le dijo, limpiándose las lágrimas—. Tienes que imaginar con mucha fuerza que la voz no sale de tu boca, sino de otro lugar.
Levantó una ceja. Suspiró, y volvió a juntar las manos en el sello del Pájaro. Nuevamente, volvió a mirar a los labios de Ayame.
—Ñiñiñiñiñi, soy el aguuaaaaa —se burló, con una sonrisa. La mitad de la frase salió de sus labios, pero la parte clave salió de los de Ayame—. ¡Toma ya! ¡Casi! —exclamó el muchacho, dando un brinquito y cerrando el puño.