4/04/2019, 21:14
Como si Ayame estuviese blandiendo un látigo contra él, el ladrón retrocedió unos pasos, encogido como un niño al que hubieran pillado haciendo una mala travesura.
—Yo... Eh... Yo no he hecho nada... —balbuceó el indigente, de forma pobre y lastimera, mientras jugueteaba con sus manos—. ¿No me he llevado el dinero, no? N... Nadie ha salido perjudicado. P... P... Por favor, yo solo... Solo intento ganarme el pan. No tengo nada, no me queda nada... No, por favor, a los guardias no... No...
Ayame contuvo la respiración durante unos instantes. Cerró los ojos y frunció el ceño con fuerza. ¿Qué debía hacer? Se preguntaba, tamborileando el dedo índice contra su bíceps. Entregarle a Ryuka y que los magos itinerantes se cobraran la venganza por sus propias manos no era una opción, lo mejor que podría pasarle sería que se contentaran con darle una paliza. Como kunoichi que era, entregarle a las autoridades y que aplicaran el castigo que se merecía debería ser la opción a tomar, pero...
«Y por esto es que no eres Chūnin... ¡Estúpida! ¡Es que eres estúpida!» Se maldijo, apretando las mandíbulas con rabia.
—¿Por qué no intentas ganarte la vida de forma honrada? —suspiró, llena de pesar. Con una mano, la muchacha se llevó una mano al bolsillo y sacó las dos figuras que le había vendido poco tiempo atrás: un delfín y un gato—. Tienes manos hábiles, podrías llevar esto más lejos. Dedicarte al arte, o a la restauración de esculturas. O quizás... quizás incluso podrías ser ninja. Las aldeas siempre están dispuestas a acoger a gente e instruirlos en las artes shinobi.
—Yo... Eh... Yo no he hecho nada... —balbuceó el indigente, de forma pobre y lastimera, mientras jugueteaba con sus manos—. ¿No me he llevado el dinero, no? N... Nadie ha salido perjudicado. P... P... Por favor, yo solo... Solo intento ganarme el pan. No tengo nada, no me queda nada... No, por favor, a los guardias no... No...
Ayame contuvo la respiración durante unos instantes. Cerró los ojos y frunció el ceño con fuerza. ¿Qué debía hacer? Se preguntaba, tamborileando el dedo índice contra su bíceps. Entregarle a Ryuka y que los magos itinerantes se cobraran la venganza por sus propias manos no era una opción, lo mejor que podría pasarle sería que se contentaran con darle una paliza. Como kunoichi que era, entregarle a las autoridades y que aplicaran el castigo que se merecía debería ser la opción a tomar, pero...
«Y por esto es que no eres Chūnin... ¡Estúpida! ¡Es que eres estúpida!» Se maldijo, apretando las mandíbulas con rabia.
—¿Por qué no intentas ganarte la vida de forma honrada? —suspiró, llena de pesar. Con una mano, la muchacha se llevó una mano al bolsillo y sacó las dos figuras que le había vendido poco tiempo atrás: un delfín y un gato—. Tienes manos hábiles, podrías llevar esto más lejos. Dedicarte al arte, o a la restauración de esculturas. O quizás... quizás incluso podrías ser ninja. Las aldeas siempre están dispuestas a acoger a gente e instruirlos en las artes shinobi.