4/04/2019, 23:04
Él se quedó paralizado en el sitio. Como si no supiera qué responder. Cómo si le sorprendiera la reacción de Ayame. No podía culparle, ella misma se estaba sorprendiendo... y odiando al mismo tiempo.
—No, señorita. No —respondió al cabo de varios segundos, negando con la cabeza de forma tajante—. Yo... Para mí... Para mí es demasiado tarde. Ya no me queda nada, nada que valga la pena salvar... Me... M... Me lo han arrebatado. Todo ello... —repitió, mientras que sus manos temblorosas rebuscaron en los bolsillos de sus pantalones. Ayame creía que iba a sacar otra de aquellas figuritas de madera, pero en lugar de eso vio una bolsita transparente que contenía una especie de pasta azul y viscosa—. Esto es todo lo que me queda... Esto... Y mi fiel calabaza —añadió, acariciando el contenedor que llevaba atado al cinturón.
Y Ayame no necesitó escuchar nada más. Ante sus ojos se dibujaron los recuerdos neblinosos de un pasado en el que su padre se enterraba a sí mismo bajo copas y copas de alcohol. Abandonándose. Abandonando todo lo que le rodeaba. Enardecida, apretó sendos puños junto a los costados y avanzó hacia él entre pasos pesados.
—¿Y esa es tu solución a los problemas? ¡¿El alcohol y las drogas?! ¡Eres un cobarde! —gritó—. ¿Ese es "el pan" que te intentas ganar cada día robando? ¿Sabes la de dinero que te podrías ahorrar si no lo gastaras en esas mierdas? ¿Quién te lo ha arrebatado todo? ¡Levántate y lucha! ¡Si lo necesitas, pide ayuda! ¡Pero no se lo pidas a... eso, maldita sea! ¡Sólo te destruirá!
—No, señorita. No —respondió al cabo de varios segundos, negando con la cabeza de forma tajante—. Yo... Para mí... Para mí es demasiado tarde. Ya no me queda nada, nada que valga la pena salvar... Me... M... Me lo han arrebatado. Todo ello... —repitió, mientras que sus manos temblorosas rebuscaron en los bolsillos de sus pantalones. Ayame creía que iba a sacar otra de aquellas figuritas de madera, pero en lugar de eso vio una bolsita transparente que contenía una especie de pasta azul y viscosa—. Esto es todo lo que me queda... Esto... Y mi fiel calabaza —añadió, acariciando el contenedor que llevaba atado al cinturón.
Y Ayame no necesitó escuchar nada más. Ante sus ojos se dibujaron los recuerdos neblinosos de un pasado en el que su padre se enterraba a sí mismo bajo copas y copas de alcohol. Abandonándose. Abandonando todo lo que le rodeaba. Enardecida, apretó sendos puños junto a los costados y avanzó hacia él entre pasos pesados.
—¿Y esa es tu solución a los problemas? ¡¿El alcohol y las drogas?! ¡Eres un cobarde! —gritó—. ¿Ese es "el pan" que te intentas ganar cada día robando? ¿Sabes la de dinero que te podrías ahorrar si no lo gastaras en esas mierdas? ¿Quién te lo ha arrebatado todo? ¡Levántate y lucha! ¡Si lo necesitas, pide ayuda! ¡Pero no se lo pidas a... eso, maldita sea! ¡Sólo te destruirá!