5/04/2019, 19:44
—Pues la verdad es que no —canturreó Daruu, de buen humor—. Pero eso es lo bonito, ¿no?
Ayame se rio y salió del baño. En aquella ocasión se había atrevido con unos pantalones cortos y una nueva camiseta de tirantes que se cruzaba tras su espalda. No era una ropa que pudiera utilizar en Amegakure, por lo que no se sentía del todo cómoda con ella. Pero había sentido curiosidad, y el buen tiempo de Notsuba la había terminado de animar a atreverse con aquel modelo.
Así, ambos volvieron a salir por las calles de Notsuba. Se dirigieron hacia el norte, por donde aún no habían explorado, y enseguida dieron con un enorme bosque. O un parque tan grande que parecía un bosque. Los árboles se alzaban en toda su plenitud, contrastando con la siempre plana llanura que rodeaba la ciudad, y varios riachuelos serpenteaban entre los troncos.
—Siempre echo esto de menos cuando volvemos a estar rodeados de tantos edificios de hojalata y luces de neón —comentó, respirando hondo para embriagarse de la fragancia del bosque.
Los dos muchachos terminaron dando con varios bares con las mesas fuera del local. Daruu señaló una de ellas y tiró de su mano para guiarla hacia ella. Habían abandonado la hierba para dar con un suelo de grava. El barecito no era más que una pequeña caseta de madera en la que trabajaban los camareros y cocineros, y era desde allí donde despachaban los pedidos.
—¿¡Cómo!? —exclamó Daruu de repente, sacando a Ayame de su concienzudo examen a uno de los camareros que andaban cerca de ellos y que lucía unos músculos con los que parecía poder partir ladrillos con sus puños—. ¡Que te ponen comida con la bebida! ¿Pero cómo ganan dinero? ¡Si encima está baratísimo!
—¿En serio? —preguntó Ayame, genuinamente sorprendida—. ¿Seguro que no pone nada? Busca a ver si tiene letra pequeña, o un asterisco, o algo así
Ayame se rio y salió del baño. En aquella ocasión se había atrevido con unos pantalones cortos y una nueva camiseta de tirantes que se cruzaba tras su espalda. No era una ropa que pudiera utilizar en Amegakure, por lo que no se sentía del todo cómoda con ella. Pero había sentido curiosidad, y el buen tiempo de Notsuba la había terminado de animar a atreverse con aquel modelo.
Así, ambos volvieron a salir por las calles de Notsuba. Se dirigieron hacia el norte, por donde aún no habían explorado, y enseguida dieron con un enorme bosque. O un parque tan grande que parecía un bosque. Los árboles se alzaban en toda su plenitud, contrastando con la siempre plana llanura que rodeaba la ciudad, y varios riachuelos serpenteaban entre los troncos.
—Siempre echo esto de menos cuando volvemos a estar rodeados de tantos edificios de hojalata y luces de neón —comentó, respirando hondo para embriagarse de la fragancia del bosque.
Los dos muchachos terminaron dando con varios bares con las mesas fuera del local. Daruu señaló una de ellas y tiró de su mano para guiarla hacia ella. Habían abandonado la hierba para dar con un suelo de grava. El barecito no era más que una pequeña caseta de madera en la que trabajaban los camareros y cocineros, y era desde allí donde despachaban los pedidos.
—¿¡Cómo!? —exclamó Daruu de repente, sacando a Ayame de su concienzudo examen a uno de los camareros que andaban cerca de ellos y que lucía unos músculos con los que parecía poder partir ladrillos con sus puños—. ¡Que te ponen comida con la bebida! ¿Pero cómo ganan dinero? ¡Si encima está baratísimo!
—¿En serio? —preguntó Ayame, genuinamente sorprendida—. ¿Seguro que no pone nada? Busca a ver si tiene letra pequeña, o un asterisco, o algo así