5/04/2019, 20:41
¡Clic!
Ahí estaba. Ese momento en el que uno tirada demasiado del hilo y acababa por romperse. Cuando tanto iba el cántaro a la fuente que se derramaba. El punto de rotura, de no retorno. En el caso de Calabaza, fue cuando Aotsuki Ayame le arrebató su preciado elixir de la felicidad y amenazó con hacerlo desaparecer para siempre. Craso error, pues un adicto realmente hundido era capaz de responder ante pocos actos; pero ninguno como el hecho de ver su sustento amenazado.
—¡Raaaaaargh!
Calabaza compuso una mueca de auténtica ira irracional y se abalanzó sobre la kunoichi con una rapidez y agresividad que quizás la tomaran por sorpresa. Buscó tirarla al suelo, mas incluso en aquella situación, era evidente que la intención del adicto no era hacerle daño, sino recuperar lo que consideraba suyo. Por eso mismo, Calabaza tanteó con manos ágiles que buscaron aprisionar la muñeca de Ayame y apretar para forzarla a que soltara el contenido.
—¡Dámelo! ¡Dámelo! ¡DÁMELO! ¡MI... TESORO! —aulló, fuera de sí.