6/04/2019, 16:38
Ayame estaba tan sorprendida como él. Le dijo que mirase a ver si la carta tenía letra pequeña, asteriscos, cosas así. Daruu se acercó la carta, entrecerrando los ojillos como la rendija de una ventana por la que se cuela el aire de forma tan comprimida que silba como el aullido de un lobo. No. A aquello lo llamaban tapas, ¡y no tenían el precio escrito! La bebida estaba más cara que en Amegakure, pero muy poquito. Y al parecer la comida era... gratis.
Se había acercado la carta tanto a la cara que no había visto a la camarera acercarse.
—Te la puedo leer si te has dejado las gafas —rio la muchacha, una chica joven con el pelo rubio claro. Sujetaba animadamente una libreta de anillas.
—¿Eh? N-no. Oye... ¿las tapas estas? —preguntó, señalando la carta.
—¿Qué les pasa?
—¿Son gratis con la bebida? ¿Sin pagar nada?
—Sí. Una para cada uno.
—¿¡DOS!?
La camarera se echó a reír.
—Se nota que no sois de por aquí —dijo—. Bueno, ¿qué va a ser entonces?
—Pues... una Ame-Cola. Y unas patatas bravas.
Se había acercado la carta tanto a la cara que no había visto a la camarera acercarse.
—Te la puedo leer si te has dejado las gafas —rio la muchacha, una chica joven con el pelo rubio claro. Sujetaba animadamente una libreta de anillas.
—¿Eh? N-no. Oye... ¿las tapas estas? —preguntó, señalando la carta.
—¿Qué les pasa?
—¿Son gratis con la bebida? ¿Sin pagar nada?
—Sí. Una para cada uno.
—¿¡DOS!?
La camarera se echó a reír.
—Se nota que no sois de por aquí —dijo—. Bueno, ¿qué va a ser entonces?
—Pues... una Ame-Cola. Y unas patatas bravas.