7/04/2019, 18:48
(Última modificación: 7/04/2019, 18:48 por Amedama Daruu.)
—Morro de cerdo frito y crujiente —respondió—. A mi no me gusta, tiene mucha grasa. Pero como te veo cara de confundida, te lo voy a traer, lo pruebas y me dices. Si no te mola me lo llevo a otra mesa, ¿vale? —La camarera anotó en la libretilla y se alejó tranquilamente canturreando.
—Bua, pues los torreznos están tope ricos —indicó Daruu, cuando ya se había marchado—. Eso sí, luego tendrás que darle un par de vueltas a Notsuba para bajarlos —rio Daruu.
La chica no tardó mucho en volver con las dos bebidas y las famosas tapas. Daruu, ojiplático por el tamaño de su plato, agradeció a la muchacha y comenzó a degustar sus patatas bravas con una felicidad extrema.
Daruu y Ayame charlaron sobre asuntos sin importancia, experiencias en misiones pasadas y tonterías varias mientras disfrutaban como dos civiles normales y corrientes su fin de semana primaveral —casi veraniego—. Pero la realidad era una hija de puta e iba a devolverles de golpe a sus verdaderos seres. De hecho, iba a devolverles a una época aún más oscura que la que estaban viviendo últimamente. Iba a traerles fantasmas del pasado.
Y una resolución a un conflicto abierto.
Para entonces, la terraza estaba abarrotada. Era muy difícil discernir quién estaba hablando y de qué, y probablemente gracias a eso fueron capaces de captar aquella conversación. Claro que de la misma manera, era imposible saber quienes eran los que hablaban.
—Yo no sé qué es lo que quiere la jefa con los Byakugan de aquél crío, tía —habló una voz femenina a las espaldas de Daruu, quien automáticamente quedó helado y tieso como una estaca. Sus ojos se pararon en los de Ayame. Lentamente, se llevó el dedo índice a los labios—. Los podía haber vendido hace ya meses, habríamos sacado una fortuna.
—A mi me da igual, nos sigue pagando bien. Por lo visto con esto es diferente —contestó otra mujer—. Se trata de algo personal. ¿Sabes, es el hijo de aquella puta de Amegakure que nos obligo a huir de la aldea.
—¿La cornuda aquella? Pff, todavía pienso que engatusar a Hanaiko Danbaku fue una muy mala idea. Mira lo que nos trajo. El exilio. Estábamos a punto de hacernos con la aldea.
—Tampoco es que nos vaya mal en el negocio de ahora, ¿eh? ¡Venga, tómate otra, joder!
Daruu apretó los puños y bajó la vista, tenso, a punto de saltar al cuello. ¿Algo personal? ¿Todavía conservaban los ojos? ¿Pero qué...?
—Entonces, ¿qué es lo que pretende la jefa, socia?
—Venganza. Que venga esa puta y que pague por lo que nos hizo. Quiere hundirla, a ella y a toda su familia.
—Oh, sí. Eso suena mucho a Naia.
Daruu se llevó una mano a la boca lentamente. Se mordió el dedo pulgar.
—Bua, pues los torreznos están tope ricos —indicó Daruu, cuando ya se había marchado—. Eso sí, luego tendrás que darle un par de vueltas a Notsuba para bajarlos —rio Daruu.
La chica no tardó mucho en volver con las dos bebidas y las famosas tapas. Daruu, ojiplático por el tamaño de su plato, agradeció a la muchacha y comenzó a degustar sus patatas bravas con una felicidad extrema.
Daruu y Ayame charlaron sobre asuntos sin importancia, experiencias en misiones pasadas y tonterías varias mientras disfrutaban como dos civiles normales y corrientes su fin de semana primaveral —casi veraniego—. Pero la realidad era una hija de puta e iba a devolverles de golpe a sus verdaderos seres. De hecho, iba a devolverles a una época aún más oscura que la que estaban viviendo últimamente. Iba a traerles fantasmas del pasado.
Y una resolución a un conflicto abierto.
Para entonces, la terraza estaba abarrotada. Era muy difícil discernir quién estaba hablando y de qué, y probablemente gracias a eso fueron capaces de captar aquella conversación. Claro que de la misma manera, era imposible saber quienes eran los que hablaban.
—Yo no sé qué es lo que quiere la jefa con los Byakugan de aquél crío, tía —habló una voz femenina a las espaldas de Daruu, quien automáticamente quedó helado y tieso como una estaca. Sus ojos se pararon en los de Ayame. Lentamente, se llevó el dedo índice a los labios—. Los podía haber vendido hace ya meses, habríamos sacado una fortuna.
—A mi me da igual, nos sigue pagando bien. Por lo visto con esto es diferente —contestó otra mujer—. Se trata de algo personal. ¿Sabes, es el hijo de aquella puta de Amegakure que nos obligo a huir de la aldea.
—¿La cornuda aquella? Pff, todavía pienso que engatusar a Hanaiko Danbaku fue una muy mala idea. Mira lo que nos trajo. El exilio. Estábamos a punto de hacernos con la aldea.
—Tampoco es que nos vaya mal en el negocio de ahora, ¿eh? ¡Venga, tómate otra, joder!
Daruu apretó los puños y bajó la vista, tenso, a punto de saltar al cuello. ¿Algo personal? ¿Todavía conservaban los ojos? ¿Pero qué...?
—Entonces, ¿qué es lo que pretende la jefa, socia?
—Venganza. Que venga esa puta y que pague por lo que nos hizo. Quiere hundirla, a ella y a toda su familia.
—Oh, sí. Eso suena mucho a Naia.
Daruu se llevó una mano a la boca lentamente. Se mordió el dedo pulgar.