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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Tomo esta trama con mi hueco de Narrador.


Ascua, Verano del año 219


Momochi Ebisu esperaba con cara de perro pachón mientras observaba la lluvia caer a través de los cristales de la cafetería. Sus ojos marrones y oscuros como la Amecola estaban fijos en un punto indeterminado al otro lado de la calle, y apenas se movían de vez en cuando para seguir el recorrido de las gotas de agua que golpeaban el cristal del ventanal que tenía frente a él. Estaba sentado en una mesa de cuatro personas, pese a disfrutar de un solitario café muy negro y humeante que de vez en cuando utilizaba como estufa improvisada para calentarse las manos. En Amegakure, la palabra "Verano" únicamente significaba que las temperaturas no descendían tanto por las noches y que las lluvias podían —y era importante notar ese matiz— no ser tan salvajes como en otras estaciones. Pero, por lo demás, Ame no Kami no dejaba de reafirmar su dominio sobre las tierras de la Tempestad por el simple hecho de que los mortales le hubieran dado un nombre u otro a aquella época del año.

«Mehhh... Qué lata...»

Dió un sorbo muy ruidoso —los modales no eran precisamente su fuerte— a la humeante taza de café negro y luego volvió a posarla sobre la mesa. Ebisu odiaba esperar, y también odiaba a los niños. Ninguna de las dos cosas se le daba especialmente bien; de hecho, ambas se le daban realmente mal. Era demasiado impaciente como para que tuviese una gran habilidad esperando —pese a lo que pueda creerse, el esperar bien no es un talento muy común—, y lo mismo aplicaba a los niños. Al alistarse en las filas de Amegakure no Sato, Ebisu había creído —erróneamente— que se libraría al menos de tener que lidiar con una de aquellas dos cosas. Lo de esperar era inevitable; la rutina del ninja estaba llena de esperas.

Esperar a que el profesor te tomara la lección. Esperar tu turno en el campo de entrenamiento. Esperar a que te dieran tu bandana en la ceremonia de graduación. Esperar a ser lo suficientemente hábil como para poder ascender a chuunin. Esperar en la recepción del Edificio del Arashikage para cualquier papeleo —la burocracia ninja se le antojaba insufrible—, esperar, esperar, esperar...

¡Pero al menos hasta aquel día, se había librado de la parte de los niños! Como gennin y chuunin, Momochi Ebisu había seguido una trayectoria bastante normalita; ni demasiado exitosa, ni muy poco. Ni repleta de excitantes misiones de alto rango y buena paga, ni plagada de misiones D y gatitos en apuros. En general, él se consideraba un ninja de la media; era bueno con un par de ramas del Ninshuu, sabía algún que otro truco, y tenía los recursos suficientes como para haber llegado a la edad de treinta años sin morir ni sufrir ninguna lesión permanente en el camino. Y eso, un tipo como Momochi Ebisu lo consideraba un éxito. Una buena vida.

Sin embargo, en el último mes parecía que la mala fortuna se estaba cebando con él. Primero le tiraba un café encima a Amekoro Yui. Luego la cagaba prendiendo fuego al piso franco durante una misión de rango B. Y, para rematar, se cogía una borrachera del quince en su bar de siempre y acababa tirándole los tejos a varias de sus compañeras de profesión.

«Qué lata...»

Una conjura de eventos tremendamente desafortunados que habían dado con su perezoso culo allí; en la cafetería, esperando a los que durante los próximos meses iban a ser sus dos alumnos. «¿Y qué cojones sé yo de enseñar? Pues nada, claro, absolutamente nada. Ah, qué lata... Supongo que aún debo considerarme afortunado de que no me quitaran la placa, o de que Yui no me haya enterrado en el fondo del Lago», se dijo, recordando ciertos rumores que habían estado circulando por la Aldea unos meses atrás. Habladurías sin sentido, claro. Un tipo tan perezoso como Momochi Ebisu nunca le prestaba atención a esas cosas.

El chuunin miró el reloj digital que llevaba en la muñeca izquierda con gesto cansado. Quedaban apenas dos minutos para las diez en punto, la hora en la que había citado a sus alumnos. Todavía tenía ambos expedientes desplegados sobre la mesa, abiertos por la primera página. Ya se los había leído —«menudo coñazo»—, pero aun así no quería guardarlos por si necesitaba consultar algún detalle. Al fin y al cabo, hacer de aquellos dos personajes unos gennin aceptablemente buenos era su billete de salida al purgatorio de los senseis.

Momochi Ebisu lucía bastante común; era un chuunin treintañero de pelo corto y castaño, despeinado, ojos oscuros y expresión permanentemente cansada. Sus facciones eran redondeadas y bastante feuchas, rematadas por su excesivamente grande barbilla y mandíbula inferior. Apenas tenía una pelusilla castaña en donde debía lucir una barba de tío de treina y tantos, cosa que tampoco le importaba mucho; menos barba significaba menos tiempo requerido para afeitarse. Vestía el uniforme reglamentario de la villa y llevaba su placa plateada de chuunin en el hombro derecho. En la cintura llevaba un portaobjetos doble, y en la frente su bandana de Amegakure no Sato.

¡Bip, bip!

Su reloj digital de muñeca emitió un leve pitido al marcar las 10.00, y Ebisu alzó la vista hacia la puerta de la cafetería. Sus alumnos aparecerían en cualquier momento...
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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Mensajes en este tema
(D) El perro y la Amemermelada - por Uchiha Akame - 7/04/2019, 20:43
RE: (D) El perro y la Amemermelada - por Raitaro - 7/04/2019, 23:59
RE: (D) El perro y la Amemermelada - por Raitaro - 9/04/2019, 13:29
RE: (D) El perro y la Amemermelada - por Galen - 20/05/2019, 14:03
RE: (D) El perro y la Amemermelada - por Galen - 25/05/2019, 21:58
RE: (D) El perro y la Amemermelada - por Galen - 30/05/2019, 16:01


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