7/04/2019, 23:55
(Última modificación: 7/04/2019, 23:55 por Amedama Daruu.)
—No. —Daruu no gritó, pero su voz sonó firme y clara—. No. Recuerda lo que hablamos antes, en el valle. Recuerda lo que te dije. Confía en mí, sólo por esta vez. Sólo por esta vez. —El muchacho no detendría a Ayame, sin embargo confiaba en que sus palabras, la conversación anterior y lo que estaba por hacer bastaran para que templara sus ánimos. Daruu juntó las manos rápidamente en una serie de sellos, y restregó la sangre de su dedo pulgar sobre su pantalón.
«Kuchiyose no Jutsu». Una discreta nube de humo, que Daruu disimuló tosiendo y fingiendo ser fumador, reveló un gato blanco como la nieve. Daruu le tapó el morro con la boca de forma inmediata, y aunque normalmente alborotador, Yuki reconoció que estaba rodeado de gente y entendió en silencio.
—Escúchame, Yuki —murmuró—. Esto es muy serio, hay dos mujeres que andan hablando sobre una tal Naia, mis antiguos ojos, una venganza. Son traficantes de órganos. Están por aquí atrás, en alguna mesa. Localízalas, sígueles el rastro y averigua todo lo que puedas sobre ellas. Ten paciencia y no te metas en líos. Y esta noche, nos vemos en la cornisa de la ventana de la suite del hotel El Patito Montés. A medianoche. ¿De acuerdo?
El gato se encaramó encima de la mesa, maulló alegremente y asintió con una queda reverencia. Le dedicó una breve mirada a Ayame, le guiñó un ojo y bajó, escurriéndose entre las piernas de Daruu.
—Ayame. Tranquilidad. Seamos metódicos. Aprendamos de sensei. —La miró a los ojos—. Aprende de mi.
«Kuchiyose no Jutsu». Una discreta nube de humo, que Daruu disimuló tosiendo y fingiendo ser fumador, reveló un gato blanco como la nieve. Daruu le tapó el morro con la boca de forma inmediata, y aunque normalmente alborotador, Yuki reconoció que estaba rodeado de gente y entendió en silencio.
—Escúchame, Yuki —murmuró—. Esto es muy serio, hay dos mujeres que andan hablando sobre una tal Naia, mis antiguos ojos, una venganza. Son traficantes de órganos. Están por aquí atrás, en alguna mesa. Localízalas, sígueles el rastro y averigua todo lo que puedas sobre ellas. Ten paciencia y no te metas en líos. Y esta noche, nos vemos en la cornisa de la ventana de la suite del hotel El Patito Montés. A medianoche. ¿De acuerdo?
El gato se encaramó encima de la mesa, maulló alegremente y asintió con una queda reverencia. Le dedicó una breve mirada a Ayame, le guiñó un ojo y bajó, escurriéndose entre las piernas de Daruu.
—Ayame. Tranquilidad. Seamos metódicos. Aprendamos de sensei. —La miró a los ojos—. Aprende de mi.