7/04/2019, 23:59
La lluvia chocaba en su rostro con mayor frecuencia de la que normalmente se daba, su camiseta de tirantas blanca, completamente mojada, dejaba ver el tatuaje en su pecho. Como si llevara algo más que dos kunai cedidos por el gobierno de la aldea, llevaba en su pierna izquierda un portaobjetos, y en su brazo derecho, Lucía orgulloso el símbolo formado por cuatro líneas verticales. Su rostro era de un chico con poca resistencia mientras corría en una dirección a zancadas largas, señal de que llegaba algo tarde. Parecía asfixiarse, y sus ojos estaban tan abiertos que podía estar llegando dos horas tarde.
Para colmo, un desafortunado charco le hizo caer de espaldas, demostrando así una bastante baja habilidad como ninja - Menuda mierda... - llegando tarde y, para colmo, caía en plena calle, provocando la risa de un par de niños que, irónicamente, aprovechaban en buen tiempo para salir a jugar con la pelota. Se levantó y siguió corriendo como si estuviera frente a un billete de cien, y a breves metros del lugar de la cita, se lanzó en un torpe salto para esquivar un gran charco en la puerta, con dudoso éxito al pisar de talón aquél pequeño obstáculo. Abrió apresuradamente la puerta justo tras oírse la alarma del nuevo sensei, al cual conocería entonces - ¡Siento llegar tarde, señor! ¡Me caí en un charco y perdí demasiado tiempo en levantarme! ¡Sé que no es excusa y estaré dispuesto a aceptar cualquier castigo! - exclamaba frenéticamente el pelirrojo. Ciertamente, no había llegado tarde para la importancia de los escasos dos segundos que había perdido, pero el joven se había mentalizado de lo difícil e importante que era aquél día con demasiada seriedad como para tener cierta lógica en su verdadera responsabilidad de hoy. Sólo era el inicio de su camino...
Para colmo, un desafortunado charco le hizo caer de espaldas, demostrando así una bastante baja habilidad como ninja - Menuda mierda... - llegando tarde y, para colmo, caía en plena calle, provocando la risa de un par de niños que, irónicamente, aprovechaban en buen tiempo para salir a jugar con la pelota. Se levantó y siguió corriendo como si estuviera frente a un billete de cien, y a breves metros del lugar de la cita, se lanzó en un torpe salto para esquivar un gran charco en la puerta, con dudoso éxito al pisar de talón aquél pequeño obstáculo. Abrió apresuradamente la puerta justo tras oírse la alarma del nuevo sensei, al cual conocería entonces - ¡Siento llegar tarde, señor! ¡Me caí en un charco y perdí demasiado tiempo en levantarme! ¡Sé que no es excusa y estaré dispuesto a aceptar cualquier castigo! - exclamaba frenéticamente el pelirrojo. Ciertamente, no había llegado tarde para la importancia de los escasos dos segundos que había perdido, pero el joven se había mentalizado de lo difícil e importante que era aquél día con demasiada seriedad como para tener cierta lógica en su verdadera responsabilidad de hoy. Sólo era el inicio de su camino...