9/04/2019, 11:32
—Por una vez, Ayame —dijo Daruu—. Por una vez, sí que tenemos que actuar. Pero hay una condición imposible de evitar. —Señaló con el dedo índice hacia arriba, dando vueltas, nervioso—. Debemos hacerlo a espaldas de nuestra familia, sí, o se inmiscuirían. Sería demasiado peligroso para mi madre.
«Y para mí, si mi padre se entera...» Pensó Ayame, removiéndose en el sitio, inquieta. No había olvidado aquella vez que quiso ir sola a buscar pistas sobre el paradero de Naia. No había olvidado los golpes, su ira... Quizás profundamente arrepentido por sus actos, Zetsuo no había vuelto a ponerle la mano encima desde entonces, pero Ayame no quería tentar a la suerte.
—Pero esta vez no podemos hacerlo solos —continuó Daruu, y Ayame le miró, interrogante—. Necesitamos la ayuda de la aldea. Necesitamos hacerlo junto a la señora Arashikage. Si la operación contra las ratas Kajitsu salió bien fue porque Kōri y Zetsuo insistieron en informar a Yui de forma directa. Ese día, yo le dije a Kōri que le pidiese dejarme ir. Y ella me dejó. Es cierto que no tienes una buena experiencia —dijo, haciendo referencia a los múltiples problemas que había tenido la muchacha con la líder de la aldea—, pero si algo sé es que esa mujer valora el arrojo, y valora también que la gente se ocupe de sus propios problemas de frente. Si se lo pedimos, nos dejará ir. Y probablemente nos preste algunos efectivos. Pero esta vez, nada de salir de la aldea sola. Ni solos. Nada de actuar a espaldas de Amegakure. Nada de locuras. ¿Vale, Ayame? Por favor. Y no iremos hasta que domines el Chishio. Por si lo necesitamos.
Ayame agachó la mirada, apesadumbrada.
—Yui-sama no me dejará ir —aseguró, con un hilo de voz—. Al contrario que tú, sólo soy una genin, y además soy la Jinchūriki de la aldea. No me dejará marchar a un peligro así.
«Y para mí, si mi padre se entera...» Pensó Ayame, removiéndose en el sitio, inquieta. No había olvidado aquella vez que quiso ir sola a buscar pistas sobre el paradero de Naia. No había olvidado los golpes, su ira... Quizás profundamente arrepentido por sus actos, Zetsuo no había vuelto a ponerle la mano encima desde entonces, pero Ayame no quería tentar a la suerte.
—Pero esta vez no podemos hacerlo solos —continuó Daruu, y Ayame le miró, interrogante—. Necesitamos la ayuda de la aldea. Necesitamos hacerlo junto a la señora Arashikage. Si la operación contra las ratas Kajitsu salió bien fue porque Kōri y Zetsuo insistieron en informar a Yui de forma directa. Ese día, yo le dije a Kōri que le pidiese dejarme ir. Y ella me dejó. Es cierto que no tienes una buena experiencia —dijo, haciendo referencia a los múltiples problemas que había tenido la muchacha con la líder de la aldea—, pero si algo sé es que esa mujer valora el arrojo, y valora también que la gente se ocupe de sus propios problemas de frente. Si se lo pedimos, nos dejará ir. Y probablemente nos preste algunos efectivos. Pero esta vez, nada de salir de la aldea sola. Ni solos. Nada de actuar a espaldas de Amegakure. Nada de locuras. ¿Vale, Ayame? Por favor. Y no iremos hasta que domines el Chishio. Por si lo necesitamos.
Ayame agachó la mirada, apesadumbrada.
—Yui-sama no me dejará ir —aseguró, con un hilo de voz—. Al contrario que tú, sólo soy una genin, y además soy la Jinchūriki de la aldea. No me dejará marchar a un peligro así.