9/04/2019, 16:59
(Última modificación: 9/04/2019, 16:59 por Uchiha Akame.)
«Al parecer se conocen de antemano... Bien, eso agilizará las cosas, creo que puedo ahorrarme la típica charla del sensei brasas de hablar sobre sus sueños, aspiraciones y Camino del Ninja. ¡Qué jodida lata!», pensaba Momochi Ebisu al ver que los dos muchachos de edades tan dispares se saludaban amistosamente. Él nunca había tenido una relación especialmente buena con sus compañeros de clase —tenía fama de ser un vago—, pero sí que había hecho algún que otro amigo después de graduarse.
Cuando Samidare pidió a la camarera que le trajese una servilleta, la chica cumplió diligentemente y de forma amable le pasó un servilletero completo. Ebisu agradeció el gesto, tomó una de aquellas servilletas, y se limpió la comisura de los labios y la camisa.
—Estupendo, diez puntos para la casa Senju —bromeó el sensei, riendo con su propio chiste. Al igual que todo lo que parecía transmitir aquel chuunin, su risa era pausada y lenta, como si le costara la propia vida carcajearse—. Bueno, vamos al lío, cuanto antes empecemos, antes acabaremos...
El sensei se irguió en la silla con porte pretendidamente orgulloso, que sin embargo a él le quedaba ridículo por culpa de su figura anodina y su desproporcionada barbilla con tres pelos mal colocados.
—Me llamo Momochi Ebisu, y Amenokami ha decidido que debo purgar mis pecados, sean cuales sean, convirtiendo a dos polluelos como vosotros en ninjas hechos y derechos. O, al menos, que no vayan a dar demasiada vergüenza ajena frente a clientes y enemigos de la Aldea —agregó, con una risilla—. Yo ya os conozco porque me he tenido que leer vuestros expedientes, y vosotros parece que os conocéis mutuamente, así que vamos a saltarnos la parte en la que os doy la turra acerca de vuestros objetivos como ninjas y todo ese rollo.
Momochi Ebisu se puso en pie, recogiendo los expedientes de aquellos dos genin y guardándolos, tras enrollarlos, en su enorme portaobjetos. A cambio, sacó de éste un pergamino con el sello de Amegakure y la letra "D" bajo el mismo.
—Esta es vuestra primera misión —anunció, lanzándole el pergamino a Raitaro—. Leedlo con atención y pongámonos en marcha. Al ser vuestro desvirgue shinobi, os acompañaré durante un rato para asegurarme de que no la caguéis... No quiero que me echen la bronca en mi primer día como sensei, o a este paso acabaré fregando váteres en el Edificio del Arashikage.
Si Raitaro desplegaba el pergamino y Samidare se acercaba para leerlo, podrían encontrar una descripción de su primerísima misión como ninjas de la Lluvia.
Cuando Samidare pidió a la camarera que le trajese una servilleta, la chica cumplió diligentemente y de forma amable le pasó un servilletero completo. Ebisu agradeció el gesto, tomó una de aquellas servilletas, y se limpió la comisura de los labios y la camisa.
—Estupendo, diez puntos para la casa Senju —bromeó el sensei, riendo con su propio chiste. Al igual que todo lo que parecía transmitir aquel chuunin, su risa era pausada y lenta, como si le costara la propia vida carcajearse—. Bueno, vamos al lío, cuanto antes empecemos, antes acabaremos...
El sensei se irguió en la silla con porte pretendidamente orgulloso, que sin embargo a él le quedaba ridículo por culpa de su figura anodina y su desproporcionada barbilla con tres pelos mal colocados.
—Me llamo Momochi Ebisu, y Amenokami ha decidido que debo purgar mis pecados, sean cuales sean, convirtiendo a dos polluelos como vosotros en ninjas hechos y derechos. O, al menos, que no vayan a dar demasiada vergüenza ajena frente a clientes y enemigos de la Aldea —agregó, con una risilla—. Yo ya os conozco porque me he tenido que leer vuestros expedientes, y vosotros parece que os conocéis mutuamente, así que vamos a saltarnos la parte en la que os doy la turra acerca de vuestros objetivos como ninjas y todo ese rollo.
Momochi Ebisu se puso en pie, recogiendo los expedientes de aquellos dos genin y guardándolos, tras enrollarlos, en su enorme portaobjetos. A cambio, sacó de éste un pergamino con el sello de Amegakure y la letra "D" bajo el mismo.
—Esta es vuestra primera misión —anunció, lanzándole el pergamino a Raitaro—. Leedlo con atención y pongámonos en marcha. Al ser vuestro desvirgue shinobi, os acompañaré durante un rato para asegurarme de que no la caguéis... No quiero que me echen la bronca en mi primer día como sensei, o a este paso acabaré fregando váteres en el Edificio del Arashikage.
Si Raitaro desplegaba el pergamino y Samidare se acercaba para leerlo, podrían encontrar una descripción de su primerísima misión como ninjas de la Lluvia.