9/04/2019, 18:23
Reír hizo que le doliera el abdomen a Ranko, pero lo hizo con ganas al escuchar que Etsu aceptaba su sugerencia de nombre. El chico comentó el balance desequilibrado que había en enfocarse totalmente en la ofensiva. ¿De qué te podrías defender si vapuleas a tu oponente sin descanso?
Lo que dijo después hizo sonrojar a Ranko, pues Etsu había aceptado la invitación a entrenar juntos. La chica se inflamó de alegría. ¡Había hecho un amigo!
”Bueno, si lo digo así suena bastante infantil y empalagoso… Un… ¿camarada? Amigo suena bien…”
Le pareció ver de reojo que el Inuzuka revisaba su nariz, pero antes de que pudiera preguntar “¿Estás bien?” o “¿cómo sigues?”, una voz se alzó por sobre otras en el pasillo. Al inicio no le dio importancia, hasta que se dio cuenta de que le llamaba por su nombre.
—¡Ranko! —Una chica de baja estatura y cortos cabellos rojo intenso, abrió la puerta de golpe. Vestía pantalones cortos y una blusa con estilo mixto entre tradicional y moderno. Se podía ver su bandana colgando de sus caderas, bajo la blusa. Su rostro era bastante similar al de la kunoichi de la trenza. La pequeña entró y se colocó en una posición algo autoritaria, con las manos a las caderas —. ¡Ah, genial! Llevo irrumpiendo en todas las partes del dojo por al menos… cinco minutos. ¡Cinco minutos! ¡Y aquí estás!
—K-k-kuumi… ¿Qué…? —Pero la chica la interrumpió.
—Padre te busca. Madre olvidó decirte que padre tenía un compromiso más tarde, y quería que fuésemos. ¡Rápido, vamos!
—Oh.. —Su padre insistía en que toda la familia estuviese presente en las reuniones con otros socios de negocios u otras familias con influencia, pues “quería que aprendiesen del negocio que es socializar”. Ranko se moría en algunas de esas reuniones, mientras que en otras era ignorada por casi todos, lo que lo hacía muy llevadero. Pero siempre eran horas de estar sentada escuchando pláticas de comercio y cosas así. Tanto ella como su hermana detestaban estar allí, pero, gracias a los permisos que sus padres les daban, consideraban que era un intercambio justo.
—Hola, compañero-de-Ranko-san —Kuumi le dedicó un movimiento de cabeza a Etsu después de un rato, y luego otro a Akane —. Hola, perro-de-compañero-de-Ranko-san. ¿Puedo llevarme a mi hermana a casa? ¿Qué te pasó, por cierto? —La última pregunta la dirigió a la chica de la trenza.
Ranko sólo suspiró y luchó hasta incorporarse y sentarse.
Lo que dijo después hizo sonrojar a Ranko, pues Etsu había aceptado la invitación a entrenar juntos. La chica se inflamó de alegría. ¡Había hecho un amigo!
”Bueno, si lo digo así suena bastante infantil y empalagoso… Un… ¿camarada? Amigo suena bien…”
Le pareció ver de reojo que el Inuzuka revisaba su nariz, pero antes de que pudiera preguntar “¿Estás bien?” o “¿cómo sigues?”, una voz se alzó por sobre otras en el pasillo. Al inicio no le dio importancia, hasta que se dio cuenta de que le llamaba por su nombre.
—¡Ranko! —Una chica de baja estatura y cortos cabellos rojo intenso, abrió la puerta de golpe. Vestía pantalones cortos y una blusa con estilo mixto entre tradicional y moderno. Se podía ver su bandana colgando de sus caderas, bajo la blusa. Su rostro era bastante similar al de la kunoichi de la trenza. La pequeña entró y se colocó en una posición algo autoritaria, con las manos a las caderas —. ¡Ah, genial! Llevo irrumpiendo en todas las partes del dojo por al menos… cinco minutos. ¡Cinco minutos! ¡Y aquí estás!
—K-k-kuumi… ¿Qué…? —Pero la chica la interrumpió.
—Padre te busca. Madre olvidó decirte que padre tenía un compromiso más tarde, y quería que fuésemos. ¡Rápido, vamos!
—Oh.. —Su padre insistía en que toda la familia estuviese presente en las reuniones con otros socios de negocios u otras familias con influencia, pues “quería que aprendiesen del negocio que es socializar”. Ranko se moría en algunas de esas reuniones, mientras que en otras era ignorada por casi todos, lo que lo hacía muy llevadero. Pero siempre eran horas de estar sentada escuchando pláticas de comercio y cosas así. Tanto ella como su hermana detestaban estar allí, pero, gracias a los permisos que sus padres les daban, consideraban que era un intercambio justo.
—Hola, compañero-de-Ranko-san —Kuumi le dedicó un movimiento de cabeza a Etsu después de un rato, y luego otro a Akane —. Hola, perro-de-compañero-de-Ranko-san. ¿Puedo llevarme a mi hermana a casa? ¿Qué te pasó, por cierto? —La última pregunta la dirigió a la chica de la trenza.
Ranko sólo suspiró y luchó hasta incorporarse y sentarse.
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