9/04/2019, 18:44
—¿Ya? —rio Daruu, señalando al cielo—. Pero si queda muchísima tarde por delante.
Ayame miró al cielo y dibujó una O en sus labios. Con todo aquel sobresalto por Naia se le había ido el santo al cielo y había perdido la noción de las horas.
—Dejemos que Yuki haga su trabajo, ¿eh? Lo último que queremos es que esa cabrona nos joda también estos días de pareja.
—Tienes razón... —respondió ella, aunque algo le decía que no iba a poder quitarse aquel asunto de la cabeza fácilmente. Ayame era una de esas personas que, una vez se obsesionaba con algo, no podía dejarlo ir de su cabeza. Y esos pensamientos la consumían desde dentro como un veneno letal.
—Eso sí... creo que mañana deberíamos de marcharnos ya a Amegakure. Y empezar a prepararnos seriamente —añadió Daruu, agarrando a Ayame por la cintura y echando a andar hacia las calles de Notsuba—. Pero aún mejor motivo para disfrutar de lo que queda del día de hoy.
—Me esforzaré por dominar el Chisio —respondió ella, tan seria como decidida—. Pero tienes razón, intentamos disfrutar del resto del día.
Varias horas después, Daruu se acababa de meter al baño mientras Ayame se relajaba tumbada sobre la cama después de disfrutar de una relajante ducha. No acostumbraba a secarse el pelo, prefería dejar que se secara al aire, por lo que se preocupó por colocar una toalla debajo de su cabeza para no mojar las sábanas. En ese momento, completamente a solas, fue cuando los pensamientos acudieron a ella como un enjambre de avispas rabiosas.
—Naia... —siseó para sí, mientras contemplaba de nuevo el retrato en su libreta.
Después de verse obligada a devolver el Libro Bingo que le había robado a su hermano tiempo atrás, tenía que asegurarse de mantener intactos los recuerdos sobre los datos que conocía sobre aquella mujer. Al principio pensó en, simplemente, arrancar la hoja y quedársela. Pero habría sido un movimiento que habría sido descubierto tarde o temprano, por lo que terminó optando por hacer ella misma un dibujo y anotar los datos que aparecían en dicho libro. De algún modo, aquella libreta se había convertido en su Libro Bingo personal. Y Naia no sería la única que apareciera en él.
Unos súbitos golpes en la ventana, acompañados de unos insistentes maullidos, la sobresaltaron y la hicieron incorporarse de golpe en la cama. La libreta cayó al suelo y Ayame se dirigió a todo correr a abrirla.
—¡Meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow!
—¡DARUU, ES EL GATITO! —exclamó, intentando llamar su atención.
Ayame miró al cielo y dibujó una O en sus labios. Con todo aquel sobresalto por Naia se le había ido el santo al cielo y había perdido la noción de las horas.
—Dejemos que Yuki haga su trabajo, ¿eh? Lo último que queremos es que esa cabrona nos joda también estos días de pareja.
—Tienes razón... —respondió ella, aunque algo le decía que no iba a poder quitarse aquel asunto de la cabeza fácilmente. Ayame era una de esas personas que, una vez se obsesionaba con algo, no podía dejarlo ir de su cabeza. Y esos pensamientos la consumían desde dentro como un veneno letal.
—Eso sí... creo que mañana deberíamos de marcharnos ya a Amegakure. Y empezar a prepararnos seriamente —añadió Daruu, agarrando a Ayame por la cintura y echando a andar hacia las calles de Notsuba—. Pero aún mejor motivo para disfrutar de lo que queda del día de hoy.
—Me esforzaré por dominar el Chisio —respondió ella, tan seria como decidida—. Pero tienes razón, intentamos disfrutar del resto del día.
. . .
Varias horas después, Daruu se acababa de meter al baño mientras Ayame se relajaba tumbada sobre la cama después de disfrutar de una relajante ducha. No acostumbraba a secarse el pelo, prefería dejar que se secara al aire, por lo que se preocupó por colocar una toalla debajo de su cabeza para no mojar las sábanas. En ese momento, completamente a solas, fue cuando los pensamientos acudieron a ella como un enjambre de avispas rabiosas.
—Naia... —siseó para sí, mientras contemplaba de nuevo el retrato en su libreta.
Después de verse obligada a devolver el Libro Bingo que le había robado a su hermano tiempo atrás, tenía que asegurarse de mantener intactos los recuerdos sobre los datos que conocía sobre aquella mujer. Al principio pensó en, simplemente, arrancar la hoja y quedársela. Pero habría sido un movimiento que habría sido descubierto tarde o temprano, por lo que terminó optando por hacer ella misma un dibujo y anotar los datos que aparecían en dicho libro. De algún modo, aquella libreta se había convertido en su Libro Bingo personal. Y Naia no sería la única que apareciera en él.
Unos súbitos golpes en la ventana, acompañados de unos insistentes maullidos, la sobresaltaron y la hicieron incorporarse de golpe en la cama. La libreta cayó al suelo y Ayame se dirigió a todo correr a abrirla.
—¡Meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow meow!
—¡DARUU, ES EL GATITO! —exclamó, intentando llamar su atención.